Table of Contents Table of Contents
Previous Page  12 / 28 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 12 / 28 Next Page
Page Background

F.D: Hace algunos años nos tomamos un café

en la Feria del Libro. En esa oportunidad habla-

mos mucho acerca de tu trabajo como escritor.

Me gustaría plantearte la misma pregunta que

te hice en ese momento y tiene que ver con la

síntesis. Tus dos novelas juveniles no son pre-

tensiosas, plantean un estilo breve, sin vericue-

tos narrativos y están desprovistas de florituras.

¿Te identificas como un escritor minimalista?

A.S.A: No sé si me identifico como escritor mini-

malista (de hecho no sé si me identifico como escri-

tor…). Me parece que cada tipo de historia requiere

un tratamiento estilístico y fue ese el que me pareció

más adecuado. De cualquier manera yo hablo muy

rápido pero escribo muy lento, no soy alguien capaz

de producir ocho páginas de una sentada. Más bien

produzco, una página o página y media después

de estar toda una tarde escribiendo. Y ahora que lo

pienso, en ese ritmo de escritura no podría hacer

demasiadas florituras. Tal vez sea por eso lo breve.

Tal vez el “estilo” sea una consecuencia de mi ritmo

lento. Además, siempre me gustaron mucho algunos

escritores secos y concisos. Como Carver y Fante,

por ejemplo.

F.D: En

Los ojos de perro siberiano

desarrollas

una temática difícil, más que abordar con lu-

jos de detalles el tema del SIDA, expones la

humanidad de los personajes, en sus relacio-

nes más íntimas. Hay muchos silencios, cosas

que no se dicen, pero se intuyen. Cuéntanos

un poco cómo fue el desarrollo de este libro

en particular.

A.S.A: ¡Es que no quería escribir sobre la enferme-

dad! Tenía ganas de escribir sobre la incomunica-

ción y sobre lo no dicho. Sobre la muerte. El libro

nace de esas ganas, el SIDA fue una elección, creo,

por su característica en ese entonces, no tanto ahora,

de “enfermedad vergonzante”. De que las personas

con VIH “algo habían hecho”, que es la misma fra-

se que se usaba para justificar a los desaparecidos

durante la dictadura militar. En algún momento de

la escritura yo creía que podría ser leída como una

mirada sobre la sociedad argentina. Debo reconocer

que jamás nadie compartió esa mirada mía sobre el

texto. Durante los cinco años que escribí y corregí

el texto tenía un papel pegado en la pantalla de la

computadora con una frase de Paul Auster: “La cues-

tión es la historia en sí misma y, si significa algo o

no significa nada, no es cosa de la historia decirlo”.

Cada vez que me sentaba a escribir estaba obligado

a leer esa frase, y me concentraba en tratar de es-

cribir esa historia, no de explicarla. Ese iba a ser el

epígrafe de la novela pero, como creo que se explica

más de lo que yo quería, lo cambié.

F.D: Me imagino que has tenido muchas res-

puestas lectoras con este libro. Yo, particular-

mente la estaba releyendo mientras hacía fila

para pagar en el supermercado y me daba ver-

güenza porque en la parte final estaba hacien-

do un esfuerzo para que no se me saltaran las

lágrimas en público. ¿Cuáles han sido las res-

puestas de tus lectores que más te han marca-

do con respecto a esta novela juvenil?

A.S.A: En algún momento me dediqué a anotar en

un cuaderno las respuestas que me impactaban. Con

las idas y vueltas de la vida, mudanzas, viajes, sepa-

raciones, lo perdí. No sé que ha sido de ese cuader-

no. Luego, pensándolo con más detenimiento, elegí

no pensar en la respuesta de los lectores, ni la del

mercado. Creo que si uno está muy pendiente de la

respuesta de los lectores puede tentarse a los golpes

de efecto o a las repeticiones tratando de encontrar,

una y otra vez, esa respuesta. Yo creo que los textos

se conectan con los lectores más en las dudas que

en las certezas. Por otro lado, me da mucho temor

caer en esa vanidad tan común de los escritores de

creerse que tienen una misión o que son especiales.

Juan Cruz dijo alguna vez que los escritores desayu-

nan egos revueltos. Le escapo a eso como a la peste,

aunque no siempre lo logro. Mis libros me interesan

más mientras los escribo, no los he vuelto a leer. Ob-

vio que prefiero que se lean y que gusten pero me

parece que debo desentenderme de eso.

F.D: Justamente en ese mismo viaje que te co-

nocí compré unas películas de cine argentino,

dos especialmente me llamaron la atención,

La

niña santa y La ciénaga

de Lucrecia Martel. En

ellas, quizás por una cuestión personal, pude

ver parte de esa exploración de la intimidad.

¿Consideras que este es un rasgo nacional que

comunica a la literatura y al cine argentino?

¿Qué hay del “tempo” narrativo?

10

BARATARIA

VOLUMEN V • NÚMERO 1 • 2008