

Graciela Montes o
Ana Z ¿dónde vas?
de la brasile-
ña Marina Colasanti.
Muchos recorridos son posibles para sanar algu-
nas heridas. En
La cuerda floja
de la brasileña Lygia
Bojunga Nunes, María tiende una cuerda de equi-
librista para pasar a un edificio que mira desde su
ventana, allí un largo pasillo la tentará a explorar un
laberinto de habitaciones donde enfrentará un epi-
sodio doloroso. Al final, María encuentra claves para
purificar ese sentimiento, y adquiere una actitud más
segura para continuar su vida.
El viaje puede convertirse también en una eva-
sión, las experiencias de cambio pueden ser tan de-
vastadoras que los personajes necesitan abandonar
el escenario donde han perdido la inocencia, como
en el caso del chico que pierde a su hermano en
Los
ojos del perro siberiano
del argentino Antonio Santa
Ana:
Después que murió Ezequiel nos convertimos
durante un tiempo en una familia de fantasmas. Pa-
sábamos por la casa sin vernos. Sin hablarnos.
Poco a poco todo fue volviendo a la normalidad.
Mi madre a sus plantas. Mi padre a sus negocios. Y
yo, bueno, yo tenía muchas cuentas que cobrarme
con mis padres por su trato a Ezequiel.
Pero no tuve el valor.
Seguí dedicándome al colegio, al estudio y a los
libros.
Ahora, que terminé el colegio (no logré medalla
de oro), me voy a estudiar a una universidad de los
Estados Unidos.
No tengo otra forma de irme de aquí.
No sé si voy a volver. Siento que cada vez son
menos las cosas que me atan a este lugar.
En otro plano, la narrativa juvenil latinoame-
ricana desarrolla el viaje mítico como parte de
una apropiación cultural y una búsqueda de
los orígenes. En
Sueño Aymara
del peruano
Aníbal Eduardo León Zamora,
Julia encabeza a un grupo de
niños del altiplano andino que
deciden penetrar el infierno
Aymara para encontrar las ar-
mas que los ayuden a enfren-
tar las fuerzas del mal. En
El
valle de los cocuyos
de la co-
lombiana Gloria Cecilia Díaz
se plantea también la travesía
mítica: Jerónimo emprende un viaje asombroso en
búsqueda de sus padres, el recorrido por una geo-
grafía ancestral poblada de seres fantásticos le de-
volverá la respuesta de sus orígenes.
También las coordenadas del mundo real, plan-
tea en la literatura juvenil latinoamericana la explo-
ración de otros territorios, aquellos que forman parte
del contexto urbano y retratan esa convivencia de
contrastes y desigualdades sociales. En
El equipo de
los sueños
, del argentino Sergio Olguín, se construye
un mundo paralelo a partir de un apéndice urbano.
Para cumplir una promesa, Ariel y un grupo de ami-
gos se arriesga a entrar en una villa miseria, como
tantas que existen en cualquier país latinoamerica-
no. Allí son otras reglas las que imperan:
La villa es algo distinto a cualquier cosa, tiene
otros tiempos, otros códigos, los espacios son dis-
tintos, en la villa los
charcos de
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2008 • NÚMERO 1 • VOLUMEN V
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BARATARIA