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que le eran asignadas (Cerrillo 2002: 29–44). La des-

aparición del mediador provoca un cambio impor-

tante tanto en el tipo de libro como en las maneras

de llegar al lector: ya no es el mediador el que elige

o recomienda una lectura, es el editor o el autor el

que busca al lector.

Esta nueva búsqueda del lector crea acciones

que estimulan la curiosidad sobre un nuevo libro, la

necesidad de conocer una nueva trama, de saber de

qué va un nuevo lanzamiento editorial o de generar

un placer aparentemente único con un relato para

ofrecer libros simi-

lares que continúan

ese placer, a la ma-

nera de capítulos de

una serie o de los

spin-off

(las nuevas

series nacidas del

éxito de otras me-

diante el uso de pro-

tagonistas o tramas

comunes como las

continuaciones de

la clásica

Ley y Or-

den

o los

CSI

). Esta

nueva manera de

comunicarse con el

lector directamente

libera al libro del

lastre del mediador

y le permite propo-

ner un relato ade-

cuado a los gustos

del lector.

De nuevo, un tipo de comportamiento similar

al que aconteció en el siglo XIX cuando los autores

empezaron a publicar sus relatos de forma seriada

en los periódicos franceses e ingleses. En ese mo-

mento, el éxito dependía de la compra de la nue-

va entrega, es decir, del interés del capítulo y de la

necesidad de mantener abierta la expectativa con

el “continuará”, y no del apoyo de un mecenas o

del editor. Esto provocó un cambio de tramas, de

escrituras y de personajes en novelas como las de

Julio Verne o Alejandro Dumas. En la actualidad, la

necesidad de llegar directamente al adolescente en

un mercado que había estado acostumbrado a invo-

lucrar primero al profesor, ha generado interesantes

campañas de promoción del libro.

Entre el canon y lo popular

La elección de un circuito literario alejado de la es-

cuela nos puede llevar a pensar que se opta por publi-

car libros más comerciales. La discusión sobre lo lite-

rario no es ajena a la literatura juvenil. Pero, ¿de qué

hablamos cuando nos referimos a obras literarias?

Todorov afirmaba que la obra cumbre de la li-

teratura es aquella que no se encuentra dentro de

ningún género mientras que la obra cumbre de la

literatura de masas es aquella que mejor se inscribe

dentro de su géne-

ro, ya que el lector

a la vez que espe-

ra la repetición de

una serie de carac-

terísticas también

espera una relativa

novedad. Pero po-

cas veces un libro,

dirigido a adultos o

a adolescentes, se

sitúa en los extre-

mos sino que com-

parte características

diferentes.

Pero hay otra

consideración de

igual importancia

y es la valoración

que merece el tér-

mino de literatura

popular y cómo al-

gunos la clasifican como una literatura de segunda,

fuera de todo círculo de prestigio. Múltiples trabajos

nos recuerdan la importancia cultural de las diferen-

tes propuestas además de cómo libros que en una

determinada época fueron considerados populares

se transformaron con el tiempo en modelos canó-

nicos y, contrariamente, libros que en su momento

fueron elevados al Olimpo de la alta cultura en poco

tiempo fueron olvidados, cuando no despreciados.

Un buen conocedor de la complejidad del hecho

literario sabe de los puntos de contacto de la narra-

tiva popular y de la literaria, conocimientos que le

ayudan a no caer en el simplismo de categorizar los

libros con etiquetas vacías y no como propuestas de

comunicación vital o como prácticas comunicativas

sociales.

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2008 • NÚMERO 1 • VOLUMEN V

BARATARIA