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El hogar puede verse ligeramente cambiado si

está retratado desde la perspectiva imaginativa del

niño. Este puede habitar la casa viéndola como el

espacio donde se dan las aventuras. Tal es el caso de

los libros de la serie de Fercho, un niño que aprove-

cha cualquier situación para asumirse detective.

Yo,

el Gran Fercho

(Norma, 1993) y

Yo, el Gran Fercho

y la lista perdida

(Norma, 1996) de Marjorie Wein-

man Sharmat son sumamente frescos y divertidos.

Además ejemplifican los pensamientos inductivo y

deductivo que su lector se encuentra desarrollando.

El hogar y sus alrededores también pueden verse

con una mezcla de familiaridad y distancia cuando

los personajes son animales antropomórficos. En li-

bros como los de la serie de Jack y Boni (Norma)

de la autora estadounidense Cynthia Rylant, los

elementos de la ciudad y el hogar pueden ser re-

conocidos aunque estén ligeramente alterados y la

ficción no encuentra tropiezos para hacerse verosí-

mil, pues hay cierta simetría en su construcción.

En estas edades la cotidianidad no sólo se en-

cuentra en el hogar sino que se extiende a la escue-

la. Amigos, maestros, clubes, pandillas comienzan

a cobrar cada vez más importancia como resultado

del proceso de socialización del que son parte. Los

niños, al pertenecer a otros grupos aparte de sus

núcleos familiares, crean sus propios mitos, chistes,

rituales, vocabularios y rimas. Estas creaciones y los

contextos en los que se crean deben verse refleja-

dos en los libros. Por ello abundan los libros que se

centran en lo que sucede en la escuela. Uno que

resalta entre la oferta es

El terror de Sexto B

(Alfa-

guara, 1995) de Yolanda Reyes.

Muchos de estos libros que se desarrollan en el

mundo doméstico y la escuela se vuelven cotidia-

nos de otra manera: al ser parte de series, los per-

sonajes, sus reacciones, los enredos de los que son

parte y las formas que tienen de salirse de ellos tam-

bién se vuelven familiares, conocidos. Eso también

es satisfactorio.

Es importante que los niños tengan

acceso a libros donde todos estos

juegos intelectuales vinculados

al humor puedan ser explorados.

La recomendación inmediata es

un viaje al pasado a la era victoriana

a visitar los libros de Carroll y Lear,

los cuales no parecen perder vigencia.

Personajes entrañables

y libros para la elaboración

Así como a los primeros lectores se les debe ofrecer

libros que les permitan divertirse y sentirse a gus-

to por encontrarse con lo conocido, también se les

debe ofrecer libros que les ayuden a elaborar mie-

dos y ansiedades propias de la edad y que permitan

discutir temas difíciles. Entre los 6 y los 9 años de

edad, los problemas del entorno familiar usualmen-

te ocupan buena parte de las preocupaciones de los

niños. Como ellos suelen tener pocas posibilidades

de incidir en la resolución de sus problemas, los

libros tienden a presentarlos, pero de una manera

más amable, y a ofrecer resoluciones a los conflic-

tos, como hace Peter H. Reynolds en sus libros

El

punto

(Serres, 2003) y

Casi

(Serres, 2004). En estos,

los niños protagonistas enfrentan sus miedos a fra-

casar, a no poder llenar las expectativas que se han

creado en torno suyo.

Una manera indirecta de presentar los temores

propios de la edad es utilizando personajes antro-

pomórficos o fantásticos. Ejemplo de ello son los

libros de la serie de Willy, el tímido chimpancé de

Anthony Browne (FCE), quien constantemente debe

enfrentarse a sus inseguridades, timidez, supersti-

ciones y miedos; o el libro de William Steig

Silves-

tre y la piedrecita mágica

(Lectorum, 1999) donde

simbólicamente se elabora el tema de la partida de

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