

APOCALÍPTICOS
PERO DESINTEGRADOS
a primera etapa de la lectura compartida,
cuando los niños son bebés y después inician
el jardín maternal, está en manos de la familia,
el maestro, el bibliotecario, es decir, del me-
diador, quien ha narrado o leído los libros para los
más pequeños. Se trate de libros de imágenes, de
narraciones o poesías, los niños reciben de voz del
mediador la ficción literaria.
Con el aprendizaje de la lectura y la escritura,
los pequeños avanzan hacia una etapa más autó-
noma, en la cual la lectura del libro por sus propios
medios renueva su autoestima y fortalece el “poder”
de leer solo. En esta etapa llamada generalmente de
“primeros lectores”, la presencia del adulto es nece-
saria para dilucidar dudas, interrogantes y dificulta-
des.
El sonido, la musicalidad de las palabras y la
ilustración conjugan para este lector un atractivo
especial, como también lo fue en la etapa de pre-
lectores. Los autores, ilustradores y, sobre todo, las
editoriales suelen analizar y tener en cuenta la edad
a la que van dirigidos estos libros. A veces, se define
un rango genérico que no siempre responde a la
edad real de los lectores, que en esta Latinoamérica
suele diferenciarse más por el acceso a la alfabeti-
zación y a la sociedad en la que les tocó vivir, que
a la edad “ideal” señalada por el editor.
¿Por qué somos desintegrados?
El título de este artículo tiene que ver con una po-
nencia en la que utilicé (rememorando a Umberto
Por Susana Itzcovich
L
Argentina. Periodista y especialista en el área de literatura in-
fantil. Ha participado en numerosos eventos internacionales de
promoción de lectura y ha sido directora de ALIJA (Asociación
de Literatura Infantil y Juvenil Argentina).
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