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a los sentimientos y pensamientos; y el azul a la

calma, a la interioridad, a la evocación. De esa forma

se refuerza el hecho de la recordación, de la memoria.

Conforme avanza la lectura, se observa que Eloísa

paulatinamente va adaptándose a sus nuevas cir-

cunstancias. En la última página se lee:

Es verdad

que no nací aquí… pero en este lugar aprendí a

vivir.

Y se ve a Eloísa adulta, convertida en una maes-

tra y rodeada de niños y niñas de rasgos diferentes,

morenos, pelirrojos, negros. Ella lleva puesto un collar

con un dije de insecto, como para recordar que ella

no es de allí, y en medio de todos un bicho que indica

que estas situaciones no son únicas. Se repetirán una

y muchas veces más.

Aquí se interrumpe el recuerdo, el pasado y, ahora,

Eloísa puede mirar de frente, como diciendo

“esta es

mi historia”, y colorín colorado, este cuento se ha

acabado...

La isla

: cuando un extraño toca tu

puerta

Un día, un hombre, desnudo y delgado, dirige su balsa

en la playa de una isla. Nadie sabe quién es él, ni

de dónde viene, ni cómo y por qué llegó allí. A los

habitantes de la isla este hecho y el hombre les pa-

recen muy extraños; comienzan a discutir y a pensar

qué harán con él, pues no pertenece a ese lugar, no

es como ellos. Mientras deciden, lo encierran en un

establo y le dan de comer sobras, como a los cerdos.

A pesar de ello, el extraño siente hambre y decide salir

a caminar en busca de comida. Los isleños, al verlo

en esa situación, piensan que podrían ayudarlo de

otra manera. Tal vez ofreciéndole un trabajo… como

sugirió un pescador. Pero, los otros dicen que no.

No es como ellos. Lo ven como a un salvaje, peligroso.

A este punto, los temores comienzan a crecer en los

isleños, se suscitan situaciones violentas y de rechazo

hasta que lo expulsan del lugar. Y para que un hecho

como este no se vuelva a repetir, acuerdan construir

un muro alrededor de la isla. Se (en)cierran, demos-

trando así otras facetas del ser humano: mezquin-

dad, egoísmo, doble moral, exclusión, intolerancia e

incomprensión.

En este libro, ilustrado en carboncillo con diferentes

trazos de negros y grises, resaltan la agresividad, la

expresividad y lo grotesco. Las imágenes logran situar

a los personajes en espacios simbólicos que permiten

destacar esos conflictos emocionales.

La isla

se inscribe en la tendencia de libros

crossover,

es decir, que pueden llegar a varios destinatarios, lo

que hace que sus posibilidades de lectura se amplíen.

Esos viajes sin retorno

El tema de la (e)migración en estas obras literarias se

recarga con la metáfora del viaje. Una travesía de explo-

ración y descubrimientos, tanto individuales, íntimos,

como colectivos. Estas experiencias se convierten

en ritos de iniciación que llevan al lector hacia un

crecimiento espiritual y a un mejor conocimiento

del mundo. Esa madurez espiritual, muchas veces,

también implica deseos profundos de cambio y de

experimentar cosas nuevas. Este esquema se

reproduce, en parte, en las obras analizadas. Son viajes

de aprendizaje, de adaptación, hacia o desde la me-

moria, o de búsqueda de la esencia del ser humano.

En

Sapo y el forastero

observamos que el autor

permite al lector establecer asociaciones entre lo que

es leído y visto en las imágenes, las cuales le llevan a

comprender la historia contada.

En

Eloísa y los bichos

, el punto de vista se asume

desde la protagonista que relata la experiencia de

vivir en una nueva ciudad donde todo le era des-

conocido y nuevo. Es una historia contada desde

la memoria. Aquí el escritor y el ilustrador crean un

espacio simbólico que permite que Eloísa pueda

resignificar los acontecimientos de su infancia y cons-

truir un discurso para explicar su presente. De ese

modo, vemos cómo el paso del presente al pasado y

viceversa se produce en las guardas donde el único