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2013

NÚMERO 15

BARATARIA 11

muy triste, con muchas ganas de que las co-

sas fueran de otra manera, finalmente ella me

fue guiando: había otros modos posibles para

esa familia, modos distintos a los que sus pa-

dres, con las mejores intenciones, habían ima-

ginado. Me interesaba mucho plantarme en las

buenas intenciones, en nombre de las cuales

muchas veces causamos tanto daño, porque

me parece que lo que le da ese dolor suave-

cito a la niña es que nadie

comete maldades, todos ac-

túan queriendo lo mejor para

ella, para ellos. Al escribir yo

no pensaba tanto en el niño

Down, pensaba en la niña y

en cómo ella lo veía a él, y

cómo iba pasando por distin-

tos sentimientos, que son los

sentimientos que elaboramos

con nuestros hermanos: los

celos, la envidia, la rivalidad

por la madre, el dolor de per-

derlos, el miedo a la muerte,

el deseo de compartir, la ne-

cesidad de estar con el otro,

el amor… En cuanto a eso

de que aparece el diferente,

el Otro…no es algo específi-

co de este libro, más allá de

que en la novela haya un chi-

co Down, todos somos el otro

de otro. Ella también es dife-

rente, diferente de su amiga

que vive con los dos padres,

diferente de su hermano que

tiene el privilegio de vivir con

su mamá, diferente de su

mamá que no recuerda a la

suya. Todos somos diferentes

en algún punto, todos únicos, particulares en

nuestras faltas y necesidades, faltas a veces

más evidentes y a veces más secretas. De eso

tratan los cuentos y novelas.

–Algunos lectores críticos de LIJ creen

que buena parte de la literatura infantil hoy

en día se ocupa de temas políticamente co-

rrectos como la tolerancia, la no discrimina-

ción o la multiculturalidad más que por un

interés genuino como una búsqueda de éxito

asegurado. ¿Qué opina sobre esta lectura?

–Coincido con esa apreciación, lamenta-

blemente hay mucho de eso en el mercado. Se

trata de productos destinados a “las buenas

conciencias”. La literatura, si en algún lugar

habita, es en el lugar donde las buenas con-

ciencias se sacuden, se ponen molestas, se

descolocan. Un buen libro nunca es “política-

mente correcto”, un buen libro siempre es in-

cómodo, en algún punto (a veces ni demasiado

visible) incómodo, lo políticamente correcto es

un eufemismo de lo superficial, lo oportunis-

ta, lo que silencia y tranquiliza. Se supone

que escribimos para mirar con mayor profun-

didad; si miramos en profundidad vemos que

aun en lo más común habita lo extraordinario

y aun en lo más correcto, anidan la incorrec-

ción y la incomodidad. Es a través de esa in-

comodidad que la lectura de un buen libro

nos provoca, que aprendemos…