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14

BARATARIA

I

VOLUMEN VIII

NÚMERO

1

2010

diseñas para acompañar tus historias. ¿Podrías

hablarnos un poco de ello?

M.C.: El minicuento es una pasión en mi vida. Vie-

ne al encuentro de todo lo que me gusta. Es difícil,

muy difícil, y yo trabajo mejor en la dificultad, no

por valor, sino porque la necesidad de vencer la di-

ficultad mantiene la razón ocupada, dejando libre

la emoción. Es pequeño, y es de mi naturaleza amar

el detalle, lo mínimo que contiene lo más grande,

aquello que pasa inadvertido bajo la mirada de los

otros y que, cuando lo miro, se hace mi cómplice.

Exige perfecto equilibrio: soy Libra, siempre de ba-

lanzas en mano, necesito una luz para justificar la

sombra, y una sombra para darle vitalidad a la luz.

Y vive del inesperado, del salto, del corte súbito, de

la voltereta: el revés de las cosas me fascina, quie-

ro ver el mundo invertido, las raíces de los árboles

abiertas en el cielo.

El minicuento es como un gato, ágil. Es como la pin-

tura japonesa, esencial. Tiene un toque de poesía.

Un tanto de

nonsense

. Y el mejor de todos es aquel

que, igual a una mínima piedra lanzada al lago, se

abre en el imaginario del lector en sucesivos círculos

concéntricos.

F.H.D.: ¿Qué hay de exploración psíquica en

tus historias?

M.C.: No puedo decir que, igual que un Indiana Jo-

nes, salgo buscando lo psíquico en la selva de la vida

para trasladarlo en mis historias. Pero a lo largo de

muchos años, sobre todo en dos largos momentos,

me ocupé de eso. El primer momento duró once años,

los del análisis, individual y en grupo, en los que

intenté algo similar a la exploración de mí misma.

El segundo fue un rato más largo; como editora de

behaviour

, en una gran revista a lo largo de 18 años,

necesité profundizar en los mecanismos de la psique

humana, con especial interés en la psique femenina.

De lo que escribí en ese período saqué cuatro libros,

de no ficción. De lo que aprendí salieron un ensayo

sobre el amor,

Y por hablar de amor

, y un libro de

minicuentos,

Contos de amor rasgados

.

Lo que se aprende sobre el alma humana, no se

olvida. Tampoco se olvida lo que se aprende con

la experiencia. Mis personajes, por lo general, no

tienen nombre, muchas veces no tienen siquiera un

rostro detallado, viven y se constituyen a través de

sus actitudes, de las decisiones —a veces tan solo

por un gesto— que les dicta la psique.

F.H.D.: ¿Cómo surgen, cómo se construyen las

ideas en el interior de Marina hasta hacerse una

historia ya acabada?

M.C.: Surgen de distintas maneras para distintos

géneros. Por ejemplo, en el libro de cuentos para

jóvenes

Penélope manda recuerdos

, había elegido un

tema central, no obligatorio, pero que me interesaba

respetar: la metamorfosis. Las ideas tenían que sa-

lir de ese campo. Entonces, recorrí mis recuerdos,

hice lecturas, seleccioné en mi “material de cajón”,

siempre con el foco en el tema, buscando como un

perro que olfatea los arbustos. Para poder escribir el

libro de minicuentos sobre el amor, necesité muchas

lecturas, necesité formalizar mis ideas en el ensayo,

hasta sentirme totalmente cómoda para escribir

cuentos de aproximadamente cinco líneas. Me gusta

prepararme con investigación, olvidar pronto una

buena parte de lo que investigué, masticar la otra,

y después de la digestión, empezar a divagar.

La poesía para niños sale de todas partes, de lo

cotidiano, de mi amor a la vida, de reflexiones, de

bromas, de juegos verbales.

El discurso cambia cuando se trata de cuentos de

hadas. Los cuentos de hadas no los busqué. Fue-

ron ellos los que me llamaron. Editora temporal del

suplemento de literatura infantil del periódico en el

que trabajaba —en sustitución de una colega que

el régimen dictatorial había llevado a la cárcel—

me pareció buena idea adaptar el cuento

La Bella

Durmiente

, cambiando sus partes para que los pe-

queños lectores lo arreglaran. No obstante, al ritmo

no tan rápido de la dactilografía (eran tiempos leja-

nos), el cuento que me salió era otro. Lo llamé

Siete

años y siete más

. “¿De dónde viene ese cuento?”,