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12

BARATARIA

I

VOLUMEN VIII

NÚMERO

1

2010

M.C.: Para contestarte con propiedad, sería necesa-

rio establecer qué es, exactamente, “lo femenino”,

limpio de estereotipos, despejado de capas cultura-

les. Y qué es, en las mismas condiciones, “lo mas-

culino”. Sin eso, la pregunta puede convertirse en

una trampa para nosotros dos.

Voy paso a paso, intentando no equivocarme. La

literatura para niños y jóvenes tiene una caracte-

rística distinta de la literatura para adultos: sigue

utilizando la antiquísima tradición oral con abso-

luta naturalidad, como si fuera contemporánea. Un

adulto leyendo

La Ilíada

está lleno de respeto, y

consciente de estar frente a un clásico. Pero un

niño abrazado a los cuentos de los Grimm no se

pregunta de dónde salieron, qué edad tienen, si

son de hoy o de ayer. Entonces ocurre que cuando

decimos “literatura infantil”, lo abarcamos todo. Y

el “todo” es muy largo.

De lo femenino en la oralidad hablé arriba.

En los siglos XVIII y XIX, lo femenino estaba bien

reglamentado, no había ninguna dificultad para

decir allí está. Pero hoy en día, cuando las mujeres

no somos más una masa humana con modelos es-

tablecidos, sino individuos legítimos, ¡qué difícil se

ha vuelto ese discurso! Sin embargo, considerando

que la buena literatura para niños y jóvenes es parte

integrante del gran flujo de la literatura universal,

y su origen obedece a los mismos mecanismos de

creación, creo que la respuesta a la próxima pre-

gunta puede ser considerada parte de esa.

F.H.D.: En tu ensayo de

Fragatas para tierras

lejanas

, haces una disertación acerca de las

diferencias entre hombre y mujeres. ¿Crees que

un hombre escribe de una manera diferente que

una mujer? ¿En qué rasgos podrían notarse

esas diferencias?

M.C.: Ya en el siglo pasado buscábamos esa res-

puesta. La crítica feminista se ocupó intensamente

de la cuestión. Se escudriñaron palabras, se desmi-

gajaron frases, se compararon de todas maneras las

dos escrituras. Nada definitivo fue comprobado.

Utilizo entonces tu propia frase para aproximarme

por otro lado a este asunto. Sí, creo que un hombre

escribe distinto de una mujer, como escribe distinto

de otro hombre. Todos los hombres no escriben de

la misma manera, todas las mujeres no escriben de

la misma manera. Difícilmente la escritura de todos

los hombres presentaría las mismas diferencias en

confrontación con la escritura de todas las mujeres.

Incluso porque, cuando las mujeres empezaron a

escribir literatura, tenían como único modelo posi-

ble la escritura literaria de los hombres. Un modelo

apretado, en el que se veían limitadas por la crítica

y por la sociedad, con una serie de restricciones de

temática y de forma. Su primer esfuerzo, entonces,

fue derrumbar esas restricciones y establecer aque-

llo que podríamos llamar “igualdad de derechos en

la escritura”. Tan solo después podrían empezar la

búsqueda de su propia voz. Y eso fue, históricamen-

te, muy reciente.

Todavía algunas escritoras siguen declarando que no

existe ninguna diferencia, que la escritura es tan solo

una, sea de hombres o de mujeres; que el secreto de

la literatura es exactamente la capacidad de trasla-

darse de un universo a otro. Los hombres escritores

no parecen interesados en esta cuestión.

Mi convicción más honda y personal es que la es-

critura puede ser la misma, o sea, puede utilizar los

mismos mecanismos, con idénticas palabras. Pero

la mirada con la que hombres y mujeres vemos el

mundo es diferente, como son diferentes los cuerpos,

como son diferentes las hormonas, como es diferente

la utilización del cerebro. Y la escritura literaria se

hace, sí, con palabras, pero vive de la mirada.

F.H.D: Profundizando un poco más sobre el pro-

ceso de escribir, resulta interesante descubrir

en muchos de tus relatos alusiones al amor cor-

tesano, a la literatura medieval, con motivos

como el jardín cerrado y el laberinto, figuras mí-

ticas como el unicornio y la serpiente, símbolos

como las llaves, el agua, los baúles, los cabellos,

el anillo, en fin, un catálogo que reafirma no solo