
2010
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NÚMERO
1
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VOLUMEN VIII
I
BARATARIA 13
esa atmósfera misteriosa e inquietante, sino
posibles claves de una mirada femenina…
M.C.: Los símbolos tienen su origen en el incons-
ciente, en las áreas mas hondas del ser, comunes
a hombres y mujeres. Pero cuando miramos los
mitos, nos damos cuenta de que pueden ser muy
poco femeninos. Si, por ejemplo, buscamos el la-
berinto en el mito del Minotauro, veremos que allí
se glorifican más la fuerza y el valor de Teseo que
la astucia de Ariadna. Y es a Eva que la serpien-
te ofrece la tentación de la manzana. Pero tienes
razón, mi manera de tratar mitos y símbolos es
extremamente femenina. Es como mujer que me
gusta velar los ambientes; centralizar la atención
en las cosas pequeñas para mejor narrar las gran-
des; tomar las imágenes que se ocultan entre los
reflejos; jugar con el silencio, con la elocuencia
de lo que se calla. Es con gestos de mujer que me
gusta sorprender. Y es como mujer, con mi mirada,
con mi sentimiento, con mi cuerpo y mi experiencia
de mujer, que hablo del amor.
F.H.D.: Y en cuanto a tu estilo, a medio camino
entre la prosa y la poesía, que narra en un tempo
demorado, que se detiene en descripciones, que
avanza por porciones y cierra con finales ines-
perados, y demuestra una notable opción por el
cuento de hadas… ¿Crees que tiene que ver con
una esfera más femenina en la escritura?
M.C.: Considero muy difícil hablar de mi estilo, sien-
to soplar en la nuca el riesgo de la presunción. En
verdad, quien tendría que hablar de él es la crítica.
A mí me toca decir lo que pretendo, lo que me gus-
taría que mi estilo fuera o, más simplemente, cuál
es mi esfuerzo en dirección a un estilo.
No escribo tan solo cuentos de hadas –yo no los
limito al mundo puramente “infantil”, pues una
característica del género consiste en ser lectura
placentera para cualquier edad- ni escribo tan solo
para niños y jóvenes. Obviamente, el estilo no pue-
de ser el mismo para todas las áreas. Todavía, en
todas las áreas en las que trabajo, busco algunos
puntos comunes. Quiero la concisión, el mínimo de
palabras para el máximo de significado. Quiero olor
de nuevo, nuevas maneras de decir, nueva utiliza-
ción para palabras gastadas. Quiero decir las cosas
como si no hubiese estado hace ya más de setenta
años asumiendo de memoria, inconcientemente, las
maneras correctas de decirlas. Quiero estar dentro
del texto, metida en él por entero.
Cuando empecé a escribir para niños, lo primero
que tuve que hacer fue tomar decisiones acerca del
texto. Y decidí no simplificar mi manera de escribir.
¿Es femenino creer hondamente en la capacidad de
comprensión de los chicos? Decidí también utilizar
el lenguaje metafórico que tanto me encanta y en
el que me siento bien, segura de que les daría con
ello una riqueza más a los pequeños lectores. ¿Es
femenino ese deseo de donación a los más peque-
ños? Si me gusta tanto el arte, pensé, mejor intentar
alcanzarlo, o acercarme a él, para ofrecerlo. No, no
pensé que fuera fácil. Y es posible que todas esas
elecciones fueran tan solo una manera de justifi-
car racionalmente los rumbos que seguía llevada
por mi deseo. Es así que quiero escribir, porque es
así como me quiero leer. ¿Es femenino buscar tan
atentamente la propia voz interior, a punto de olvi-
dar la autoridad de las voces exteriores que dictan
las normas?
Los cuentos de hadas tienen sus propias exigencias,
y no los podría escribir de otra manera. Llegan a mí
tan cargados de emoción que no los podría narrar
de manera ligera. El tono humorístico me parecería
una irreverencia. Y utilizar el lenguaje popular al que
nos acostumbraron los Grimm sería tan solo una
falsificación, porque ese nunca fue mi lenguaje.
¿Es femenino abrigar pequeños secretos o miradas
sorprendentes para que algo quede flotando en el
aire, como un suspiro, al final de una narrativa?
F.H.D.: En un video que aparece en
Youtube
,
haces una interesante reflexión acerca del cuen-
to breve, de su minimalismo y la calidad de sus
contrastes, en relación con los grabados que