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BARATARIA
I
VOLUMEN VIII
•
NÚMERO
1
•
2010
Escribir es una larga construcción. Es eso lo que me
interesa. Que resulte equilibrada, que cada trocito
esté en armonía con el otro, que mi construcción sea
justa y elegante, que deje de mi una buena imagen,
un buen recuerdo.
F.H.D.: Uno de tus libros más elaborados a mi
juicio es
Ana Z., ¿dónde vas?
En él se conju-
ga un viaje físico y un viaje interior, y muchas
formas de viaje. También el simbolismo del co-
llar, el paso de la adolescencia a la adultez, la
referencia intertextual a la conocida historia de
Alicia en el país de la maravillas
, donde la
protagonista es una joven irreverente. ¿Puedes
hablarnos un poco de la figura femenina en tus
historias, esas mujeres a veces etéreas, frágiles,
pero con una gran fortaleza?
M.C.:
Ana Z
.
nació porque yo necesitaba una heroí-
na. Gran lectora desde pequeña, me hizo falta en
la infancia una heroína, un personaje que fuera un
poco como yo, de pelo largo y secreto valor, llena
de posibilidades a las que nadie daba importancia.
Una heroína que recorriera el mundo, aventurera
–tuve una, Yolanda, la hija del Corsario Negro, de
Salgari, pero era demasiado alejada de mi realidad–.
Para eso nació Ana, para llenar un hueco en mi
experiencia lectora, o para que no se repitiera el
mismo hueco para otras niñas. El collar, tan sim-
bólico, lo tuve yo, de pequeñas rosas, y se quebró.
Me acuerdo que cuando primero encontré a Ana
en mi imaginación, al borde del pozo, decidí que la
suya sería una historia
on the road
, algo como un
cómic lleno de aventuras. Y me encantó escribirla.
Iba a caminar por las mañanas al borde del mar,
llevaba un trocito de lápiz, unas hojitas de papel,
y solo veía a Ana, solo tomaba apuntes sobre Ana.
Ese personaje fue un regalo que me di. Un regalo
del que conservé una parte solo para mí: el dibujo
del rostro de Ana, que nunca pensé en publicar en
las ilustraciones, pero que necesitaba tener para
dialogar mejor con ella.
No puedo hablar de mis figuras femeninas, de las
mujeres que pueblan mis cuentos y mis libros.
Es un territorio tan íntimo, tan suavemente pal-
pitante que no lo quiero analizar. Los análisis los
hacen los otros, los generosos autores de las tesis
que recibo y que casi no leo, que no puedo leer
porque todo lo que era sangre se cambia en teoría
y me contamina.
Te puedo decir que soy una mujer orgullosa de mi
feminidad, que llevo en manos de mujer la cocina y
la vida. Que los miedos, tantos, nunca me impidie-
ron buscar lo que quería, y que lo que quería era a
veces mucho.
F.H.D.: Casi siempre te hacen preguntas acerca
de tu obra escrita, y poco se sabe, al menos fue-
ra de Brasil, acerca de tu obra como ilustradora.
Me gustaría cerrar esta entrevista recogiendo
un poco qué piensas acerca de la ilustración en
relación con el texto, ¿qué aporta, una atmós-
fera? ¿En qué divaga, cómo se transforma en
relación con lo escrito? Me parece sorprendente
encontrar un matrimonio tan redondo en libros
Te puedo decir que soy una mujer
orgullosa de mi feminidad
,
que llevo en manos de mujer
la cocina y la vida.