
2010
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VIII
I
BARATARIA 19
En otro momento de su en-
sayo, Wolf se pregunta: “¿Qué
pasaría si los grandes héroes
masculinos de la literatura occi-
dental fueran reemplazados por
mujeres?”.
¿Desde dónde se escribe?
Soy mujer. Soy feminista. Soy
escritora. Todos estos factores se
influyen unos a otros, aunque ig-
noro en qué forma. Intuyo que ser
mujer define en gran parte todo
cuanto hago; no sé, sin embargo,
si ser escritora y feminista me con-
vierte en una escritora feminista.
¿Cómo sería eso? ¿Mis personajes
femeninos serían superiores a los
masculinos? ¿Me impondría cier-
tos temas? ¿Me obligaría a decir
ciertas cosas?
Por otra parte, al pensar en
ello, me doy cuenta de que a ve-
ces me he rebelado contra el tra-
tamiento “femenino” de algunos
tópicos en la novela: la materni-
dad, la exploración explícita de
la sexualidad, el amor de pareja.
Son convenciones de la literatu-
ra escrita
para
mujeres, aunque
no siempre
por
mujeres y que,
me parece, acotan los temas. Yo
prefiero otras indagaciones y creo
que una de las exigencias más im-
portantes de mi oficio es intentar
ser
el Otro
.
Gustave Flaubert logró ser
Madame Bovary y Marguerite
Yourcenar tuvo la autoridad y
la sabiduría necesarias para ser
el emperador Adriano. William
Shakespeare fue todos. Me gusta
un gran general los había derrotado. Ignoraban, como lo ignoraban
los soldados que los habían vencido, que el general de la armadura
negra era una mujer.
Esta historia fue creada en China, en el siglo X, durante el
reinado de la dinastía Song, y existen muchísimas versiones. Mu
Lan es, sospecho, la tatarabuela de la mayoría de los personajes
femeninos que he escrito en mi vida. Lo que más amo de este per-
sonaje que condensa tantas virtudes femeninas y masculinas no
es tanto su sagacidad como estratega militar, sino la inteligencia
que le permitió sobrevivir en un país donde vestirse de hombre se
pagaba con la vida.
Encuentro con una observación de Christa Wolf
Hay hechizos minúsculos que suelen manifestarse cuando una
se pone a escribir. En este caso, al comenzar este artículo, alguien
muy querido me regaló un ejemplar de
Casandra
, de Christa Wolf.
Esta edición tiene la particularidad de incluir cuatro ensayos desco-
nocidos para mí. Abrí el libro y me encontré esta frase: “¿Hasta qué
punto se puede hablar de una
literatura femenina
? Desde el punto
en el que debemos admitir que las mujeres, por razones históricas
y biológicas, experimentan la realidad en forma distinta a la de los
hombres. Experimentan una realidad distinta y la expresan. Desde
el punto en el que debemos admitir que las mujeres no pertenecen al
grupo de los que dominan, sino que son dominadas y que han sido
sojuzgadas durante siglos”. Fue como si Wolf me regalara este párrafo
para comenzar a escribir mi artículo sobre el feminismo y lo femenino
en la literatura infantil y juvenil.
Wolf abunda, sin estridencias, sobre el tema de la mujer en la
literatura, partiendo de
La Ilíada,
la piedra angular de la literatura
occidental, y añadiendo algunos pormenores de la
Poética
de Aristó-
teles, pues este afirma en el libro XV que los personajes femeninos
no
deben ser muy inteligentes
porque resultarían “alarmantes”. Casandra,
figura que aúna elementos tradicionalmente considerados femeninos,
se opone a lo masculino, representado por Apolo y Aquiles. Casandra
es alarmante: rebelde, busca su camino, se niega a complacer al dios
y vislumbra el futuro. Más alarmantes, sin embargo, son los protago-
nistas masculinos del poema: ¿no comienza todo con la descripción
de la ira tanto del guerrero como la del dios?
Canta, oh, diosa la cólera
del Pelida Aquileo
, dice Homero en la rapsodia primera. En ella tam-
bién nos cuenta cómo iba Apolo
parecido a la noche
y disparaba sus
flechas de plata,
sus amargas saetas a los hombres y continuamente
ardían muchas piras de cadáveres.