
2010
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VIII
I
BARATARIA 11
2004),
El hombre que no paraba de crecer
(Norma,
2005),
Entre la espada y la rosa
(Babel Libros, 2007)
y
Veintitrés historias de un viajero
(Norma, 2010).
En este número de
Barataria
, hemos querido
entrevistar a Marina Colasanti, a propósito del tema
del feminismo, uno de sus principales aportes en
torno al debate de la literatura hecha por muje-
res, tal como aborda en su conferencia “¿Por qué
nos preguntan si existimos?”. Pero además este es
también un encuentro notable con una escritora
que habla con propiedad acerca de este oficio, que
desviste el alma y devela la esencia más recóndita
del ser humano.
F.H.D.: Marina, resulta difícil comenzar esta
conversación, especialmente porque hay muchos
temas que pueden debatirse en torno a una obra
con tantas capas como la tuya. Como sabes, en
este número de la revista abordamos el tema de
lo femenino en la literatura infantil. Más que el
feminismo, que puede ser reductor, puede ser
más vibrante explorar aspectos o formas de lo
femenino en la literatura infantil. ¿Qué puedes
comentarnos acerca de este tema?
M.C.: Hablemos de presencia. Cuando miro los ca-
tálogos de las editoriales, cuando voy a congresos
de literatura infantil, veo más mujeres que hombres.
Seguro que esta fuerte presencia no es una elección
casual, ni la demostración de una especial aptitud.
Podríamos hablar de eso, de la cuestión social en la
que ese asunto está involucrado.
Tendríamos que hacer la conexión con dos temas.
Uno es la estrecha vinculación establecida desde
siempre entre mujeres y niños, como si fueran ellas,
tan solo, las responsables universales por la niñez;
y eso nos llevaría a un tópico decurrente: la certeza
de que las mujeres, consideradas mucho más infan-
tiles que los hombres, entienden mejor a los niños
y saben hablar con ellos en su propia lengua. El se-
gundo tema es el concepto profundamente arraigado
de que la literatura infantil no tiene el mismo valor
que la literatura para adultos. Se considera que los
chicos, más inocentes y menos preparados, aceptan
cualquier cosa, mientras los adultos, seres ya listos
y por lo tanto superiores, son mas exigentes. No es
difícil verificar esa idea en los espacios reservados
por los medios a la literatura infantil, o en los es-
pacios destinados para ella en las librerías. Ahora
bien, si es un producto inferior, ¿por qué lucharían
los hombres por “no dejar a las mujeres la tajada
mayor de esa tarta que no los atrae”?
Poco a poco las cosas cambian, aunque el cuadro
general sigue siento este.
Pero no es acerca de condiciones sociales que quiero
hablar ahora. Quiero empezar esa entrevista con un
sonido bello y positivo. El sonido de una voz femeni-
na contando historias a un niño. Desde antes de la
escritura, fue esa voz la que regaló a los pequeños
narrativas que los ayudaban a repensar lo cotidiano
o a reencontrar sus sueños. Las mujeres siempre
contaron historias, adaptaron historias, crearon
historias. La ciencia nos dice hoy que la estructura
de su cerebro favorece el diálogo con la abstrac-
ción. Sin embargo, alejadas de la escritura y de la
educación, se veían confinadas a la oralidad. La
oralidad no se firma, el patrimonio que ellas tejían
pasó a la historia como un patrimonio anónimo. Y,
sin que nadie lo dijera, ese anonimato tenía silueta
de hombre.
Fue necesario conquistar el acceso a la educación
y el derecho a la palabra, para rescatar de los dor-
mitorios de los niños la voz narradora femenina, y
traerla para el espacio de la literatura. Con firma.
F.H.D.: Los rótulos pueden ser útiles para cla-
sificar el conocimiento, pero también son cami-
sas estrechas, a veces incómodas, para debatir
sobre un tema. Hablamos de literatura infantil,
de literatura juvenil, de literatura femenina…
adjetivos que cierran fronteras. Haciendo una
abstracción de estas clasificaciones, podrías
decirnos si existe una impronta, una marca
de lo femenino en esta literatura para niños
y jóvenes.