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6

BARATARIA

I

VOLUMEN VIII

NÚMERO

1

2010

exclusión y sojuzgamiento de la

mujer, y que reflejan el impulso

femenino para liberarse de los

históricos confinamientos socia-

les, culturales y políticos a los que

largamente estuvimos sometidas.

El autor se vuelve un transmisor

de contenidos, ideas o valores con

un significado unívoco. Sus textos

admiten lecturas restringidas al

contenido argumental y temático.

Son fruto de la buena conciencia

de los adultos. Esta clase de libros

muestra arquetipos muy extre-

mos y valoriza los nuevos modelos

femeninos de manera excluyente,

dejando fuera otros mundos posi-

bles de ser narrados.

Una colección pionera de este

tipo fue

Della parte delle bambi-

ne

, dirigida por la editora milanesa

Adela Turín

, que combinaba la

militancia a favor de las niñas con

una cuidada edición. En España,

la Editorial Lumen tradujo y publi-

có esta misma colección a partir de

1976, bajo el nombre A Favor de

las Niñas. Dice

Felicidad Orquín

:

“Cada libro presentaba un aspecto

de la realidad de la mujer en su

rol de ‘segundo sexo’, y desde una

perspectiva feminista se construía

un final feliz, en el que se impo-

nía la actividad y la creatividad de

las mujeres junto a la abolición de

instituciones jerárquicas”

3

.

Algunos

títulos de la recordada colección A

Favor de las Niñas:

Una catástro-

fe feliz

,

Historias de los bonobos

con gafas

,

Rosa Caramelo

,

Arturo

y Clementina

,

La chaqueta remen-

dada

, entre otros.

Esta tendencia llegó hasta el siglo XXI. En el 2009, apareció la

colección Yo Soy Igual.

María Victoria Pereyra Rozas

, directora

de este emprendimiento editorial de la Librería de Mujeres, cuenta

que

“estos seis cuentos tienen el propósito de trabajar el concepto de

igualdad de género en el trabajo para introducir este concepto en la

educación. Y elegimos la literatura como la vía más agradable para

lograr el propósito”

4

. Las historias surgieron a partir de seis casos

reales de mujeres que ejercen oficios poco habituales entre nosotras.

Los autores construyen un discurso acotado a la reivindicación de la

mujer como trabajadora.

Otra vertiente vigente en esta corriente es la reformulación de las

versiones tradicionales de los cuentos de hadas denostados y recha-

zados por sexistas. Frecuentemente, se valen del humor paródico,

juegos donde se invierten o distorsionan los personajes, los sucesos

para construir un “cuento transgresor”, pero que continúa siendo

aleccionador. La ruptura en estas adaptaciones no está vinculada al

hecho literario, sino al mensaje que se desea transmitir.

Estas propuestas editoriales son producto de una deformación

pedagogizante que deriva de una mala interpretación según la cual

toda manifestación expresiva y comunicacional de un individuo debe

ofrecer un mensaje bien pensante. En lugar de abrir el juego a una

pluralidad de significaciones que un texto literario brinda al lector, el

adulto ejerce el control sobre el niño o el joven para conducirlo hacia

un único sentido de la obra.

Clásicos no sexistas que regresan

Los británicos

John Yeoman

y

Quentin Blake

publicaron en 1979

The Wild Washerwomen

, y casi inmediatamente fue traducido y edita-

do en español en 1981 en una edición de bolsillo de Altea Benjamín.

Acaba de aparecer una reedición, felizmente en formato apaisado y de

mayor tamaño, que permite apreciar mucho mejor las geniales ilus-

traciones de

Blake

y que vuelve mucho más atractivo el libro. Ahora

bien, lo que en la primera oportunidad se publicó en nuestra lengua

bajo el inquietante e irreverente título

La rebelión de las lavanderas

–en presumible consonancia con el auge del movimiento feminista–,

ha experimentado una significativa mutación. En esta nueva edición

lleva por título

Las lavanderas locas

(Océano, 2010). La locura en

la tradición literaria ha estado al servicio de estigmatizar el impulso

de los personajes femeninos –y masculinos también– a salirse del

molde. ¿Qué motivó este cambio? ¿Por qué no se eligió corresponder

el término inglés

wild

con el término español “salvaje”, mucho más

provocador y preciso que el de “locas”, que privilegia el disparate o un