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do, quizás el hecho de que el protagonista era casi

un adolescente y eso no es tan común en las pelícu-

las en blanco y negro.

En una escena, la hermana de este muchacho

fue acusada de robarse el collar de una amiga. En

medio de esa pobreza, un collar era algo así como

una perla. El hecho de que su familia era de una

casta marginada, la convertía en la sospechosa más

visible. Para este momento de la película, la madre y

la abuela eran los únicos adultos que podían soste-

ner un tipo de protección ante la avalancha de muje-

res que reclamaban el collar. La joven, queda hasta

cierto punto, liberada.

El tiempo pasa después de este incidente, has-

ta que un día los hermanos encuentran a su abuela

muerta a la orilla del río, y para sumar esta cadena

de infortunios, el viento destruye las pocas pertenen-

cias que tienen. Poco a poco la normalidad regresa,

mientras nos enteramos de que el padre se ha ido a

la ciudad a buscar trabajo con la promesa de que

algún día regresará.

La penuria toca a la puerta nuevamente, la mu-

chacha se enferma y cae en un delirio, en escenas

donde el viento bate las ventanas de la humilde ha-

bitación. A pesar de los cuidados de la madre y la

mirada impasible del chico, la hermana muere en

medio de una pobreza conmovedora. Justo después

de su muerte, el protagonista descubre por acciden-

te que el collar estaba entre las pertenencias de la

hermana.

Este descubrimiento, casi al final de la película,

resulta tan estremecedor como un terremoto. Mu-

chas cosas cambian en un instante: descubrir que a

pesar de la devoción que sentía por su hermana ésta

le había mentido y había robado, rompe la frágil tela

de la inocencia que lo envolvía hasta ese momento.

Esta escena me hizo pensar exactamente en lo

que muchos críticos señalan como

el paso de la ino-

cencia a la experiencia

, proceso que sirve de base

a gran parte de la narrativa juvenil. Muchos ado-

lescentes que protagonizan estos relatos, de alguna

manera, padecen una transformación que los inicia

en el mundo de los adultos, como ocurre en nume-

rosos ritos que se practican en diferentes tiempos y

culturas: matar el primer animal, afeitarse por pri-

mera vez, tener la primera menstruación… son parte

de los protocolos que registran el crecimiento físico.

Pero hay otros cambios que abordan el plano psico-

lógico, como enterarse de un insoportable secreto,

separarse del seno familiar, emprender un camino

sin saber el destino, convertirse en objeto de violen-

cia física o sexual…

De alguna forma, mediante un proceso gradual

o de una manera abrupta, los protagonistas juveniles

pasan de la inocencia a la experiencia, no sólo por-

que en gran parte de estas novelas ocurre en ellos

un crecimiento que los dota de herramientas para

insertarse en el mundo de los adultos, sino porque

obtienen un conocimiento del mundo que antes no

tenían. Revelaciones que sirven como pasaporte

para ese viaje de crecimiento que van a emprender.

Cada vez que leo una novela juvenil, trato de

rastrear este instante, imperceptible a veces, que

cambia las cosas para siempre.

Gran parte de la literatura juvenil, también otros

textos mediáticos, se presentan bajo el formato de

relatos de iniciación. Como plantea María Cecilia

Silva-Díaz: “En las novelas para jóvenes, el rito de

iniciación casi siempre presupone una revelación

acerca de cómo está constituido el mundo de los

adultos”.

Este tránsito muchas veces está arropado por un

arquetipo, el de la búsqueda. De manera concien-

te o inconciente el protagonista juvenil busca algo,

una respuesta, un objeto, una persona, completar un

periplo.

El viaje que se emprende

Asociado a este arquetipo de la búsqueda, en

muchas novelas juveniles el protagonista empren-

de un viaje. No al estilo de la novelas clásicas, sino

ahora a través de muchos medio diferentes, en tren,

en automóvil, en motocicleta. A veces el recorrido

no es sobre la superficie terrestre sino hacia el fondo

de la tierra, como una metáfora de la exploración

psíquica, necesaria para alcanzar un crecimiento in-

terno, como en el caso de

Otroso

de la argentina

De manera conciente o inconciente el

protagonista juvenil busca algo, una

respuesta, un objeto, una persona,

completar un periplo.

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BARATARIA

VOLUMEN V • NÚMERO 1 • 2008