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FHD: María Fernanda, para abrir esta entrevista

nos gustaría que comenzaras por comentarnos

tu libro

Cupido es unmurciélago,

recientemente

publicado por el Grupo Norma. En él abordas el

tema del amor, dentro del marco de las llamadas

school stories

o ”historias de colegio”, un géne-

ro interesante por su capacidad de ubicar a los

protagonistas en un marco donde pueden esta-

blecer una trama de relaciones con otros niños.

Háblanos de cómo consideras que es tu tipo de

humor, qué recursos te gusta emplear y cómo lo-

gras esa mezcla tan natural entre amor y humor.

MFH: Desde niña fui muy enamoradiza, recuerdo que

me enamoraba perdidamente de cualquier chico de

entre diez y quince años. Espiaba por las persianas

de la habitación de mi madre a los muchachos del

barrio que se juntaban las tardes a jugar fútbol. Me

enamoraba del portero, de los defensas, de los me-

diocampistas… ¡y hasta del árbitro!

Encendía la televisión y me enamoraba de los can-

tantes de la época (Chayanne y Luis Miguel ya eran

parte de mis lamentos infantiles), me enamoraba de

los actores, de los tenistas, de los presentadores, etc.,

etc. Pero además de enamoradiza fui una niña muy

fea, tímida y silenciosa que, ante la dificultad de ser

protagonista de historias reales de amor y aventura,

decidía crearlas en mi cabeza (y luego en un cuader-

no). El humor ha sido el lenguaje más cercano que he

encontrado para tocar los temas más serios. El humor

me ha permitido desentrañar las grandes inquietudes

de mi vida: la soledad, las despedidas, el amor, la

amistad y el desamor. Me río de mí, de las cosas que

me ocurren, de las que nunca me ocurrirán, me río

del tamaño de mis orejas, de mi miedo a las arañas,

de mis amores y de mis recuerdos.

Me río, además, para combatir esa cosa oscura y pe-

simista que a veces parece apoderarse de todo. Soy

poco solemne, me gusta asistir a la vida de la misma

manera en que asisto a la casa de mi abuela a tomar

chocolate con queso.

FHD: Nuevamente en

Amigo se escribe con H

nos introduces al tema del amor, desde otra

perspectiva. Además abordas la amistad con

esa doblez interesante que los niños pueden

expresar. El hecho de que H tenga una abuela

que ha perdido la memoria conecta a los prota-

gonistas con el mundo de los adultos y se crea

una complicidad entre ellos. ¿Cómo sientes que

se plantean los adultos en tus relatos?

MFH: Me gustan los adultos sin disfraces. Me gustan

los adultos que no han permitido que se marchite

su frescura. Tuve un abuelo hermoso que a veces, a

escondidas de la abuela, me decía “a mí tampoco

me gustan los rábanos, guárdalos en la servilleta y

luego se los pasamos al perro”. Era un abuelo mago

que me sacaba caramelos de las orejas y me regala-

ba monedas para que me comprara los dulces que

otros adultos me prohibían. En mis historias me gusta

rendir homenaje a esos adultos que son maravillosos

cómplices de los niños y jóvenes. En

Amigo se escri-

be con H,

la abuela es un referente mágico de esos

seres que contribuyen a construir los recuerdos más

bonitos de nuestra infancia. Es una abuela que pierde

la memoria, sí, pero que a la vez se convierte en el

recuerdo más poderoso de amor y complicidad que

pueda tener el protagonista.

FHD: Una novela que me sorprendió por su

carga emotiva y quizás también por su fuerza

es

Hay palabras que los peces no entienden.

Ya desde el título esta obra introduce una es-

pecie de lenguaje “otro”. En la obra, ocurren

situaciones donde se llega a la violencia física

y al maltrato. Sin embargo, como otras de tus

historias, los niños se muestran con una gran

fortaleza humana y tienen esa extraña capa-

cidad para sobrevivir a situaciones límite sin

perder su mundo de sueños. Hay muchas his-

torias ocultas, como el abandono de la madre

de Julián o la tristeza interior de su padre. Nos

gustaría que nos comentaras si este libro toca

alguna experiencia personal o una situación que

registraste en tu relación con niños reales.

MFH:

Hay palabras que los peces no entienden

es mi

novela más madura. No responde a una experiencia

personal, pero sí hay escenas críticas que he visto de

cerca. A veces, cuando tenemos realidades familiares

violentas o carentes de amor, en las que los padres

no han logrado consolidar una relación de respeto y

amor, el miedo a repetir su historia puede inmovilizar-

nos. Una niña me dijo una vez: “si el amor es eso que

une a mis papás, yo no quiero enamorarme nunca”.

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BARATARIA

VOLUMEN IV • NÚMERO 2 • 2007