

Con el aprendizaje de la lectura
y la escritura, los pequeños avanzan
hacia una etapa más autónoma, en
la cual la lectura del libro por sus
propios medios renueva su autoestima
y fortalece el “poder” de leer solo.
En Brasil comienza a florecer desde los años se-
tenta una literatura pujante, con temáticas realistas,
por un lado, y fantásticas, por otro. Destacan auto-
ras como Lygia Bojunga (
Mi amigo el pintor
,
La bol-
sa amarilla
y
El sofá estampado
, entre otros), quien
revolucionó el mundo literario infantil y fue la pri-
mera latinoamericana en ser galardonada con el
Premio Hans Christian Andersen por toda su obra.
La segunda autora que merece esta distinción es
Ana Maria Machado, quien ha publicado más de
cien libros desde 1969. Ha sido traducida al espa-
ñol y a otros idiomas, generando una literatura sin
estereotipos, que atrapa al lector por su estética y
su línea temática. Sus obras, comprometidas con la
sociedad, les hablan a los niños acerca del exilio,
las consecuencias de las dictaduras, el poder des-
medido y ofrecen alegatos a favor de la paz. Entre
sus libros de ficción, acordes con nuestros primeros
lectores, se encuentran, entre otros,
Pimienta en la
cabecita
,
Un montón de unicornios
,
Del tamaño
justo
y
Bisa Bea, Bisa Bel
.
Brasil cuenta con otros autores e ilustradores de
circulación internacional para estas edades, tales
como Ziraldo y Ruth Rocha. Los libros de Ziraldo,
traducidos en todo el mundo, manejan un texto muy
sencillo y una ilustración atractiva que permiten que
lectores de todas las edades puedan acceder a ellos.
Ruth Rocha conserva una línea más transgresora en
temáticas sociales, que pone al lector en la situa-
ción de reflexionar acerca de los acontecimientos
que plantea, sin didactismos ni moralinas.
Argentina muestra movimientos pendulares en
la oferta de libros para niños, que se vinculan con
los períodos democráticos y los gobiernos milita-
res, que ofician como reguladores de los procesos
editoriales. En la década del sesenta se produce en
Europa y América un movimiento estudiantil an-
tiautoritario –vale mencionar el mayo francés del 68
que, con la consigna “de la imaginación al poder”,
rompe esquemas tutelares educativos en todas sus
instancias–, que revaloriza los libros destinados a
jóvenes y niños.
Argentina avanza en esa década del sesenta con
la revolución poética de María Elena Walsh (1930),
con libros como
Tutú Marambá
,
El reino del revés
y
Zoo loco
, que rompen esquematismos anteriores,
incorporando el humor y el absurdo en la litera-
tura para niños, especialmente para los primeros
lectores. La popularidad y vigencia de sus cuentos
y poesías se ven reflejadas en grandes tiradas edito-
riales.
Con
La torre de cubos
de Laura Devetach, pu-
blicado en Córdoba en 1965, se inaugura un com-
promiso con la ficción literaria, tanto en temática
como en estilo. Devetach crea un nuevo espacio
literario con personajes cercanos al lector, de un
entorno palpable, fresco y desde un discurso lúdico
y de trazo cuidadoso. Su lenguaje ofrece diálogos
afilados y un nivel metafórico de la narrativa que
permite el encuentro con el lector, con quien pac-
ta las historias y quien puede entonces recrearlas
y rehacerlas a su manera. Entre sus libros más co-
nocidos podemos mencionar
Monigote en la arena
(Premio Casa de las Américas, Cuba, 1976),
Los pi-
caflores de cola roja
,
El ratón que quería comerse la
luna
,
Canción y pico
,
La loma del hombre flaco
y
El
enigma del barquero
, entre otros. Estas pioneras de
un universo destinado a los niños, con un lenguaje
sin declamaciones y temáticas sin moralinas, abrie-
ron un espacio que permitió, tanto a autores como
a ilustradores, modificar anacrónicos maniqueís-
mos y dedicarse al verdadero imaginario infantil,
ávido de nuevas escrituras.
En la década del setenta, la ruptura del discurso
y la apertura temática irrumpen en la literatura in-
fantil argentina con autores que aún siguen vigentes
y prolíficos, como Elsa Bornemann con
Tinke Tinke
(1970, poesía),
El espejo distraído
(1971, poesía),
El
cazador de aromas
(1972) y
Un elefante ocupa mu-
cho espacio
(1975), que fue prohibido por el Poder
Ejecutivo Nacional de la Argentina en los llamados
“años de plomo”, entre otros.
Graciela Montes inicia su producción a fines del
setenta con
Nicolodo
y
Así nació Nicolodo
(1977),
deliciosos relatos para primeros lectores. Otra au-
tora que irrumpe con un nuevo lenguaje, un humor
disparatado y una irreverencia en el tratamiento de
los temas es Ema Wolf, que promueve una burla de
ciertos estereotipos tradicionales y de la solemni-
dad del mundo adulto. Algunos de sus títulos son
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