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BARATARIA
NÚMERO 16 •
2015
darse un impulso formidable, y lo saludo. Lo que
había hasta hace dos años era lo que quedaba
después del tsunami Menem y la calculada des-
trucción de la escuela pública y, en consecuen-
cia, de su corazón, que es la biblioteca escolar.
Miles de bibliotecarios institucionalizados para
“proteger” los libros. He visitado en el Chaco es-
cuelas en las que llevé a los chicos a que cono-
cieran su biblioteca por primera vez y los hice
traspasar el muro que los separaba de los libros.
Esos chicos se asombraron de lo que hallaron:
¿una bibliotecaria? No, un grupo de policías que
protegían libros para que nadie
los leyera. He ido a Chile y me
han llevado a un espacio grande
y lleno de estantes vacíos, con
una colección de libros que ni
yo mismo puedo entender, pero
que están destinados a analfa-
betos funcionales que lo que re-
quieren es leer algo que puedan
y les guste, para luego pasar a
leer eso que se les propone que
estudien. En el Perú, el Minis-
terio de Educación no cuenta
con una dirección de bibliote-
cas escolares, de manera que
plata hay para levantar paredes
y comprar detergente y escobas,
pero no para comprar libros y menos para una
biblioteca. En Latinoamérica, por lo general, solo
lee el niño que tiene padre que compra libros.
Eso no ocurre en Finlandia, en Estados Unidos,
en Japón, en Canadá o en Alemania.
–¿Cómo crees que los padres y los docen-
tes deben comprometerse en el asunto del
acoso escolar? ¿Existe una actitud pasiva de
muchos adultos que profundizan los efectos
de esta problemática en los adolescentes?
–Los niños que ejercen violencia han sido
envilecidos en algún lugar, y ese lugar es su
hogar. Aunque parezca normal, no es usual
que una persona agreda a otra. Lo normal es
lo contrario, de hecho, el abusador tiene aterro-
rizados a otros que para no ser aterrorizados,
se suman a él y se convierten en sus perros.
El poder está en el centro de estos comporta-
mientos. Los modelos de control social se re-
producen en esferas tan íntimas como las de
un salón de clase: racismo, clasismo, abuso de
poder. La casa y la ciudad educan: si eso ocu-
rre en la escuela, es porque eso ocurre fuera
de ella. Los niños reproducen un modelo de
sociedad donde el poder ejerce con violencia
sus privilegios.
–En algunas de tus obras exploras el
comportamiento juvenil. En este recorrido
resulta inevitable entrar en
callejones donde las emocio-
nes son exacerbadas y a ve-
ces sin control. ¿Cómo fluye
esa energía emocional en tu
narrativa?
–Pues creo en Hemingway
cuando dice que poesía es no
decirlo todo. Los jóvenes son
una bomba de hormonas y de-
seos que los impulsa a querer
cambiar sus propios mundos, a
ellos mismos, en medio de ese
torbellino de emociones. Lo que
he contado en las novelas que
podemos llamar juveniles, es el
“
Los niños que ejercen violen-
cia han sido envilecidos en
algún lugar, y ese lugar es su
hogar.
Aunque parezca normal, no
es usual que una persona
agreda a otra
”