Previous Page  11 / 28 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 11 / 28 Next Page
Page Background

2012

NÚMERO 14

BARATARIA 9

G.M.R.: Efectivamente hay clásicos en los

distintos géneros de la literatura: novela, poe-

sía, ensayo; los hay también en distintas temá-

ticas: amor, aventuras, intriga, entre otros. Los

hay para adultos, y para niños y jóvenes. Tam-

bién hay libros clásicos que no son de literatu-

ra: existen clásicos en filosofía, en economía,

en ciencias y en otras áreas del conocimiento.

Pienso entonces que, independientemente del

área del conocimiento, del tema, del género o

de la edad y el tipo de receptores, los clásicos

comparten el haber sido leídos y disfrutados

por distintas generaciones, y tienen la capaci-

dad de constituirse en modelos en su género

e interesar a personas de diferentes culturas y

de distintos lugares del planeta. Por tanto, esa

potencialidad que les permite seguir vitales y

continuar sobreviviendo al paso del tiempo los

ha vuelto parte esencial de la cultura.

F.H.D.: En tu propio camino de lectora

¿qué impacto tuvieron estos libros, cómo se

vinculan con tus recuerdos?

G.M.R.: En mi camino como lectora, desde

mi infancia hasta mis lecturas actuales, los clá-

sicos han convivido con todo tipo de libros: li-

bros de canon, best sellers, novelas modernas,

etc. Una lectura me lleva a la otra y los clásicos

siempre han tenido su lugar.

Fue muy importante en mi infancia la na-

rración oral. Recuerdo que por mucho tiempo,

al acostarme, mi mamá tenía que contarme

la historia de

Tobías y el Arcángel San Rafael

,

que es uno de los libros del

Antiguo Testamen-

to

. Esta historia despertó en mí la necesidad de

oírla una y otra vez. Vinieron luego los cuentos

clásicos de los hermanos Grimm, Perrault, An-

dersen, la Condesa de Ségur. También las na-

rraciones publicadas en la enciclopedia del

Te-

soro de la Juventud

y, posteriormente, libros de

autores como Luisa M. Alcott, Johanna Spiry,

Julio Verne, Dickens y Oscar Wilde. Además,

tengo que confesar, fui asidua a series que aho-

ra no se ajustarían a los cánones de calidad,

como

Las aventuras de Marisol

, los libros de

misterio y aventuras de Enid Blyton, montones

de fotonovelas y muchas otras lecturas que po-

dríamos catalogar hoy como “basura”.

Dos libros clásicos marcaron mi historia

lectora: el primero fue

Pinocho

, del que ya cono-

cía la historia pues estaba entre mis cuentos,

en una edición resumida de editorial Sigmar de

Argentina, de 10 o 15 páginas. Recuerdo que

estaba en tercero de primaria, tenía 8 años

cuando la mamá de una amiga me prestó una

bella edición, íntegra, deliciosamente ilustrada

y me di cuenta de que había sido engañada con

mi edición de

Pinocho

que no pasaba de ser algo

más que una anécdota divertida. Ese fue uno

de los hallazgos más importantes, y yo misma,

sin que nadie me lo dijera o advirtiera, empecé

a fijarme en que los libros que leía no fueran

resumidos, simplemente porque no quería per-

derme nada de la historia.

El segundo libro que me marcó fue

Jane

Eyre

de Charlotte Brontë. Lo pedí en préstamo

de la biblioteca del colegio en una edición de

Crisol –rojo y pequeño como un misal– yo tenía

10 años. No solo quedé atrapada con la narra-

ción, sino que además su lectura me hizo sentir

en cierta medida importante, pues era un libro

de muchas páginas, con una tipografía densa

y sin ilustraciones.

Jane Eyre

fue mi punto de

partida como lectora adulta.

En el transcurso de mi vida lo he leído va-

rias veces y en cada nueva lectura lo vuelvo a

encontrar misterioso, interesante y sus perso-

najes capturan mi atención de principio a fin.

Esa es en esencia la magia del libro clásico.

Quisiera finalizar diciendo que mi relación

con la lectura ha estado marcada por el disfrute

y el deleite, por eso tengo que admitir que en mi

recorrido como lectora también he abandona-

do algunos clásicos, pues no tuve empatía con

ellos. Tal vez fueron impuestos o no llegaron en

el momento apropiado. En ese sentido es im-

portante que dentro de ese gran acervo de los

clásicos, tengamos la posibilidad de construir

nuestra propia lista con aquellos que ocupan

un lugar en nuestra vida y a los que podemos

volver una y otra vez.

F.H.D.: Según tu juicio ¿por qué los clá-

sicos deben formar parte de las experiencias

lectoras?

G.M.R.: Los clásicos tocan fibras del ser

humano que se relacionan con emociones fun-

damentales y universales vigentes en todas las

culturas y en todas las generaciones: el amor,