
2012
•
NÚMERO 14
BARATARIA 9
G.M.R.: Efectivamente hay clásicos en los
distintos géneros de la literatura: novela, poe-
sía, ensayo; los hay también en distintas temá-
ticas: amor, aventuras, intriga, entre otros. Los
hay para adultos, y para niños y jóvenes. Tam-
bién hay libros clásicos que no son de literatu-
ra: existen clásicos en filosofía, en economía,
en ciencias y en otras áreas del conocimiento.
Pienso entonces que, independientemente del
área del conocimiento, del tema, del género o
de la edad y el tipo de receptores, los clásicos
comparten el haber sido leídos y disfrutados
por distintas generaciones, y tienen la capaci-
dad de constituirse en modelos en su género
e interesar a personas de diferentes culturas y
de distintos lugares del planeta. Por tanto, esa
potencialidad que les permite seguir vitales y
continuar sobreviviendo al paso del tiempo los
ha vuelto parte esencial de la cultura.
F.H.D.: En tu propio camino de lectora
¿qué impacto tuvieron estos libros, cómo se
vinculan con tus recuerdos?
G.M.R.: En mi camino como lectora, desde
mi infancia hasta mis lecturas actuales, los clá-
sicos han convivido con todo tipo de libros: li-
bros de canon, best sellers, novelas modernas,
etc. Una lectura me lleva a la otra y los clásicos
siempre han tenido su lugar.
Fue muy importante en mi infancia la na-
rración oral. Recuerdo que por mucho tiempo,
al acostarme, mi mamá tenía que contarme
la historia de
Tobías y el Arcángel San Rafael
,
que es uno de los libros del
Antiguo Testamen-
to
. Esta historia despertó en mí la necesidad de
oírla una y otra vez. Vinieron luego los cuentos
clásicos de los hermanos Grimm, Perrault, An-
dersen, la Condesa de Ségur. También las na-
rraciones publicadas en la enciclopedia del
Te-
soro de la Juventud
y, posteriormente, libros de
autores como Luisa M. Alcott, Johanna Spiry,
Julio Verne, Dickens y Oscar Wilde. Además,
tengo que confesar, fui asidua a series que aho-
ra no se ajustarían a los cánones de calidad,
como
Las aventuras de Marisol
, los libros de
misterio y aventuras de Enid Blyton, montones
de fotonovelas y muchas otras lecturas que po-
dríamos catalogar hoy como “basura”.
Dos libros clásicos marcaron mi historia
lectora: el primero fue
Pinocho
, del que ya cono-
cía la historia pues estaba entre mis cuentos,
en una edición resumida de editorial Sigmar de
Argentina, de 10 o 15 páginas. Recuerdo que
estaba en tercero de primaria, tenía 8 años
cuando la mamá de una amiga me prestó una
bella edición, íntegra, deliciosamente ilustrada
y me di cuenta de que había sido engañada con
mi edición de
Pinocho
que no pasaba de ser algo
más que una anécdota divertida. Ese fue uno
de los hallazgos más importantes, y yo misma,
sin que nadie me lo dijera o advirtiera, empecé
a fijarme en que los libros que leía no fueran
resumidos, simplemente porque no quería per-
derme nada de la historia.
El segundo libro que me marcó fue
Jane
Eyre
de Charlotte Brontë. Lo pedí en préstamo
de la biblioteca del colegio en una edición de
Crisol –rojo y pequeño como un misal– yo tenía
10 años. No solo quedé atrapada con la narra-
ción, sino que además su lectura me hizo sentir
en cierta medida importante, pues era un libro
de muchas páginas, con una tipografía densa
y sin ilustraciones.
Jane Eyre
fue mi punto de
partida como lectora adulta.
En el transcurso de mi vida lo he leído va-
rias veces y en cada nueva lectura lo vuelvo a
encontrar misterioso, interesante y sus perso-
najes capturan mi atención de principio a fin.
Esa es en esencia la magia del libro clásico.
Quisiera finalizar diciendo que mi relación
con la lectura ha estado marcada por el disfrute
y el deleite, por eso tengo que admitir que en mi
recorrido como lectora también he abandona-
do algunos clásicos, pues no tuve empatía con
ellos. Tal vez fueron impuestos o no llegaron en
el momento apropiado. En ese sentido es im-
portante que dentro de ese gran acervo de los
clásicos, tengamos la posibilidad de construir
nuestra propia lista con aquellos que ocupan
un lugar en nuestra vida y a los que podemos
volver una y otra vez.
F.H.D.: Según tu juicio ¿por qué los clá-
sicos deben formar parte de las experiencias
lectoras?
G.M.R.: Los clásicos tocan fibras del ser
humano que se relacionan con emociones fun-
damentales y universales vigentes en todas las
culturas y en todas las generaciones: el amor,