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BARATARIA
NÚMERO 14 •
2012
Criterios de selección
Para Marc Soriano, el niño:
Necesita libros que lo ayuden a com-
prender los problemas de su edad, pero esos
libros aun cuando evoquen el pasado siguen
estando para él ligados al porvenir, a su propio
porvenir, conservan un rasgo anticipatorio […]
los auténticos clásicos para niños y jóvenes: to-
dos, incluidos los más dramáticos, tienen algún
oasis de alegría y de distensión y son decidi-
damente optimistas. La emoción o el humor de
que están cargados desempeñan en definitiva
el papel de técnicas “catárticas”, gracias a la
cuales el joven lector logra superar las “crisis”
de su evolución
[Idem: 148].
Algunos clásicos necesitan el estímulo de
un aniversario cerrado o de una versión cine-
matográfica para despertar de su “sueño de los
justos”, pero otros se editan de manera conti-
nua y en diversas versiones: ediciones anota-
das, integrales, condensadas o en adaptación
dentro o fuera de su género.
Alain Viala advierte que
en la práctica, son
tratados como clásicos los autores y obras de
carácter consensual […] A nadie sorprenderá
que el tratamiento que funde en similar destino
a Baudelaire, Molière y hasta Voltaire, tienda a
aplanar las distinciones entre movimientos lite-
rarios
[1991: s.p.].
Los clásicos son mayoritariamente obras de
otra época y su prestigio crece a medida que
más años los separan de nosotros. Pero paula-
tinamente se han venido incorporando nuevos
títulos. Fuente notoria de “nuevos clásicos” son
los premios, particularmente aquellos que reco-
nocen el conjunto de una obra y tienen alcance
internacional. El Premio Andersen de la Organi-
zación Internacional del Libro Infantil y Juvenil
(IBBY), fundado en 1956, ha elevado a varios
de sus galardonados (Astrid Lindgren, Erich
Kästner, Tove Jansson, Gianni Rodari, Maurice
Sendak, María Gripe, Lygia Bojunga Nunes…) a
la condición de clásicos contemporáneos.
La universitaria española María Victoria
Sotomayor analiza desde hace años la oferta de
“clásicos y reediciones” en la selección anual de
la revista
Lazarillo
. En la introducción a su pa-
norama 2008, comenta:
¿Los clásicos siguen estando de moda o bien
son apuesta segura de las editoriales en tiempos
de incertidumbre? Preferimos pensar lo primero:
sus historias asentadas en lo más hondo del
imaginario colectivo nos siguen hablando de no-
sotros mismos, de cómo somos y cómo queremos
ser. Aunque hayan transcurrido años o siglos. El
viaje de la vida, el crecimiento interior, los mie-
dos y esperanzas que nos conmueven, los sen-
timientos que constituyen nuestra identidad: de
qué otra cosa nos hablan los clásicos si no es de
la condición humana, la misma siempre en su
ser más profundo
[Sotomayor; 2008: 69].
En su
Diccionario histórico de autores de
la literatura infantil y juvenil contemporánea
,
Juan José Lage habla de
pioneros o de referen-
cia […] autores que han marcado un estilo, que
han abierto caminos, autores de culto, referentes
para generaciones posteriores
[Lage; 2010: 9].
Los clásicos son ejemplos del pensamien-
to, lenguaje y modos de vida de otros tiempos.
Los chicos aprehenderán mejor el siglo XIX en
Dickens que en las secas páginas del manual
de Historia, en la dudosa veracidad de las pelí-
culas hollywoodenses e incluso en libros de au-
tores contemporáneos que hablan de la misma
época con una ideología inevitablemente con-
temporánea y un discurso que, aunque a veces
imite el tono de otros tiempos, es básicamente
actual.
Pero los clásicos aportan bases culturales
no solo a los jóvenes. Los escritores contempo-
ráneos levantamos nuestras arquitecturas de
papel en el firme suelo que nos proporciona el
patrimonio. No hay cubano que no calce su es-
critorio con un ejemplar de obras de Martí, la
brasileña Ana María Machado borda a menudo
con el hilo irrompible del pionero Monteiro Lo-
bato y
Graciela Montes se inspira en la mejor
picaresca española para su más lograda nove-