
2011
•
NÚMERO 13
BARATARIA
9
literatura, el espectáculo y la ingeniería de com-
putación, además de reciente ganador del premio
Norma LIJ por su novela infantil
Margot, la peque-
ña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri.
También ha publicado con Editorial Norma otros
títulos:
Siete habitaciones oscuras
(2007) y
Billie
Luna Galofrante (
2008) en su catálogo internacio-
nal y
Había una vez un niño llamado Perico
(2006)
y
Una historia (más) de princesas
(2009), solo para
México.
FHD: Haciendo una recorrido por tu página
web, es fácil advertir en tus obras publicadas y
por publicar una variedad de tendencias, desde
el relato de misterio, pasando por las novelas
realistas y el humor. Sé que es muy difícil para
autores versátiles sentirse encasillados, pero
nos gustaría saber cómo te calificas a ti mismo
como autor y qué tendencias dominan en tu
obra.
Si hubiera necesidad de calificarme de algún
modo, como dices, sería de “contador de histo-
rias”. Creo que esa versatilidad de la que hablas
se debe únicamente a que me gusta contar his-
torias, sin fijarme mucho en qué terreno o género
literario las hago caer. Eso sí, trato de no coartar-
me a mí mismo, así que no le pongo trabas a mi
imaginación. Si se me antoja que haya elemen-
tos fantásticos, los meto sin ningún problema.
O terror. O naves espaciales, etc. Tal vez es por
eso que se me da tanto escribir para niños, pues
ellos no cuestionan la aparición de ninguno de
estos elementos a la primera vuelta de página.
FHD: Nos parece curioso el hecho de que te
hayas iniciado en la literatura después de ha-
ber recorrido otros caminos, lo cual también
es interesante. ¿Cómo fue ese paso de la inge-
niería de computación a la literatura? ¿Cómo
tomaste esa decisión?
Y hablando de contar historias, en este caso no hay
grandes historias que contar, je. Es decir, no me
fulminó un rayo ni me secuestraron unos gno-
mos. Simplemente me di cuenta de que tenía la
facilidad para la palabra escrita y que me diver-
tía mucho más teclear cuentos que programas en
Pascal. De ahí a escribir mi primer libro fue solo
un paso.
FHD: ¿Qué conservas de tu afición musical en
tus novelas? No solo en el hecho de que el tema
pueda estar presente o los personajes puedan
transmitir en su personalidad esta afición, sino
a otros niveles... el lenguaje, por ejemplo.
Cierto que siempre que puedo agrego pretextos
musicales en mis historias, pero no son obliga-
torios. Hay cuentos en los que no sale una sola
nota, nadie canta, no aparecen pianos ni trom-
petas... con todo, creo que lo que sí tengo que de-
cir respecto a cómo utilizo la música en mis tex-
tos (desde un punto de vista formal, como bien
sugieres) es que sí veo mis historias como una es-
pecie de pieza musical alternativa: debe ser agra-
dable, que el escucha no se “fuerce” a sí mismo
para disfrutar la pieza, que tenga cierta lógica,
que vaya de la mano con el relato para hacerlo
llegar a un clímax y, de ser posible, un
grand
finale
. Ah, y claro, que te haga salir de la sala de
conciertos (cerrar el libro, pues), con un buen sa-
bor de boca y una sonrisa de varios minutos.
FHD: Hablas de
Billie Luna
como una novela
autobiográfica ¿Podrías comentarnos un poco
más sobre esta novela, su gestación y lo capital
que pueda ser en tu obra en general?
Billie Luna
es acaso mi novela más libre. La es-
cribí por el puro placer de abordar temas que me
gustan y me importan. Ni siquiera tenía pensada
una editorial o un posible premio cuando la hice.
Simplemente me avoqué a investigar sobre la vida
de Dizzy Gillespie, uno de mis jazzistas favoritos,
y de ahí empecé a tirar de la madeja. Es auto-
biográfica porque, como dije, aparecen ahí muchos
de mis más grandes intereses: el jazz, la ingenie-