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2010

NÚMERO

1

VOLUMEN VIII

I

BARATARIA 3

Probablemente la proximidad del vínculo entre

las mujeres y la literatura infantil y juvenil se haya

gestado en la matriz misma del género. Histórica-

mente, tanto la niñez como la literatura destinada

a esta se constituyeron en un privilegiado reducto

reservado a los saberes de abuelas, madres, insti-

tutrices y maestras. Restringida la literatura infantil

y juvenil a los márgenes de lo doméstico, lo priva-

do, lo íntimo, los dominios del universo femenino,

siempre ha estado de todos modos atravesada por

las grandes luchas políticas y sociales que se de-

sarrollaron en la historia de la humanidad, y muy

especialmente por aquellas que llevaron adelante

las mujeres.

Durante el convulsionado siglo XX, a partir de

los años ochenta y hasta finales del siglo, el bino-

mio conformado por mujeres y literatura infantil

y juvenil resultó ser uno de los tópicos más recu-

rrentemente revisitados y tratados en innumera-

bles jornadas, seminarios, congresos, estudios y

publicaciones de la especialidad. Dentro de una

variedad de aspectos posibles de ser indagados en

esta rica y larga relación, el tema dominantemente

tratado ha sido el sexismo en los libros dirigidos a

niños y jóvenes.

Influenciados probablemente por el feminismo

académico de principios de los años setenta y tras

el descubrimiento de que el carácter inocente e in-

genuo de la literatura infantil y juvenil era pura

apariencia, gran parte de los estudios literarios fe-

ministas en nuestro campo específico se dedicaron

a examinar ideológicamente imágenes y estereoti-

pos de la mujer en la literatura desde un enfoque

pragmático y empírico, marcadamente sentencioso,

alineado en la corrección política.

La literatura se concebía fundamentalmente

como un vehículo para la transmisión ideológica y

cultural de valores y de modelos de comportamiento

aceptados. Básicamente, estos estudios literarios

feministas se proponían constatar en qué medida

los cambios sociales experimentados por la mujer

se veían reflejados en los libros destinados a la in-

fancia. Estos trabajos sistematizaron minuciosa y

cuantitativamente el porcentaje de obras protago-

nizadas por mujeres y por varones, tipo de labores

o trabajos que realizaban los personajes masculi-

nos y femeninos, edad de los protagonistas, rasgos

de personalidad, estilo de la vestimenta, símbolos

frecuentes en las ilustraciones, sexo de los auto-

res e ilustradores, etcétera, en un corpus literario

clasificado rigurosamente según las edades de sus

potenciales lectores.

Se determinó entonces que había una débil co-

rrespondencia entre las nuevas realidades de la

mujer occidental en ese momento y aquello que se

reflejaba en la narrativa para niños y jóvenes. En

consecuencia, advirtieron que esas falencias debían

corregirse llenando los espacios vacantes con libros

“adecuados” para promover más eficazmente valo-

res sociales y culturales no discriminatorios para

la mujer en una “correcta” socialización de niños

y jóvenes.

A partir de las investigaciones antes descritas,

y transcurridos algunos años, es necesario plan-

tearnos las siguientes preguntas: ¿Qué tensiones se

dirimen en la actualidad entre literatura y mujeres?

¿Hemos ahondado suficientemente en las posibles

razones por las que en la producción editorial esca-

sea la experimentación y la variedad en las imágenes

representadas de lo femenino? Ofrecer a los niños

y jóvenes libros categorizados como no sexistas,

¿asegura como resultado seres humanos liberados

de estereotipos, amantes de la igualdad? Por otro

lado, ¿es una función intrínseca de la literatura -es

decir del arte- tomar partido acerca de cuáles son

los modelos de femineidad más auténticos y deter-

minar qué voces femeninas deben silenciarse? ¿Las

escritoras y escrituras canonizadas deberían ser las

asociadas con mujeres liberadas? ¿Acaso el modelo

de la mujer occidental emancipada es el único vigen-

te, consensuado y legítimo al que aspiran todas las

mujeres del planeta, lectoras, escritoras, o no?

El eje de los discursos críticos feministas sobre

la literatura en general se centra en la denuncia de