

2009
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VI
I
BARATARIA 5
Allison Lurie en un divertido
ensayo,
No se lo cuentes a los ma-
yores
, hace un repaso por dife-
rentes formas de subversión que
emparientan la auténtica litera-
tura infantil con la cultura de la
infancia, desde las rimas proca-
ces de la tradición oral hasta las
irónicas respuestas de Alicia en
el mundo del espejo. Creo que,
cada vez más, los libros para ni-
ños derrumban ese dique de con-
tención que los adultos luchamos
por mantener incólume, bajo el
preconcepto de que los niños son
inocentes y de que se debe impo-
ner una censura que los proteja
de ciertos temas y los mantenga
alejados de usos del lenguaje que
consideramos impropios.
Dentro de esta tendencia en-
contramos la corriente de lo polí-
ticamente correcto, que tanto ha
sido ironizada por James Finn
Garnner en sus
Cuentos infantiles
políticamente correctos
.
Realmente solo una parte de
los libros para niños que se pro-
ducen —y que son precisamente
aquellos que los niños quieren
leer— resultan libros poco com-
placientes, libros que hablan de
temas difíciles y ubican al lector
enmedio de situaciones controver-
siales. Independientemente de que
para ello se utilicen mecanismos
de construcción literaria como el
humor o la descripción realista.
Con seguridad podemos afir-
mar que ya no existen temas tabú,
que esa distinción forma parte de
un pasado teórico reciente. Prác-
ticamente todos los temas han sido tocados en diferentes versiones
en los libros para niños, incluso aquellos que parecieran más res-
tringidos como el secuestro, el odio racial, el matrimonio interétnico
o la depresión.
Muchos libros resultan transgresores, sin necesidad de que aborden
la dimensión perturbadora. En estos momentos pienso en el divertido
libro álbum de
Rey y rey
, donde las autoras se apropian del esquema
tradicional del cuento de hadas para plantear un tema contemporáneo:
la reina decide encontrar una esposa para su hijo, un guapo príncipe
soltero. Todas las candidatas resultan ridiculizadas durante el
casting
que se prepara para tomar esta decisión. Sin embargo, al final, como
en todo cuento de hadas, aparece un príncipe también guapo que con-
quista el corazón de este joven. Así, sin alterar la secuencia tradicional
se aborda con desparpajo una relación homosexual, reforzada por las
ilustraciones sicodélicas que dan un marco de gran frescura.
Quizás esta lectura nos permite abordar una arista del tema que
quiero plantear como una interrogante: ¿cuando hablamos de pertur-
bación nos referimos a lo que perturba a los niños o lo que perturba
a los adultos? Es un asunto de recepción sobre el cual espero volver
más adelante.
No es necesario ahondar en el hecho de que este libro —
Rey y rey
—
claramente subversivo no representa una amenaza a la integridad
psíquica del lector pues plantea un tema controversial, pero descrito
bajo un tono muy desenfadado y con un final bastante feliz.
No existe una equivalencia, entonces, entre libros transgresores
y libros perturbadores.
Una vez que hemos trazado unas coordenadas mínimas para se-
parar la perturbación de otros territorios, me gustaría entrar de lleno
en las diferentes formas en las que la perturbación se hace presente
en los libros para niños.
Formas de la perturbación
Durante este artículo he planteado repetidas referencias a la perturba-
ción, pero en realidad no he precisado los contornos de este concepto y
tampoco he dilucidado la primera interrogante que tiene que ver con esta
categoría. ¿Existen realmente libros perturbadores? Y si existen… ¿Cuá-
les son sus rasgos distintivos? ¿O sería más apropiado hablar de formas
de la perturbación o de lo perturbador en los libros para niños?
Para responder parcialmente esta interrogante, quisiera adelantar
algunas características que considero inherentes a la perturbación,
antes de describir algunas formas que apuntan sus manifestaciones
más concretas.