

2009
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VI
I
BARATARIA 3
para niños que considero perturbadores. Se trata de un tema que
resulta inquietante para mí, no solo por las vinculaciones con ciertos
contenidos prohibidos en la literatura infantil, sino porque también
me ha permitido constatar que existen muchos puntos muertos que
han surgido en el proceso de pensar y escribir este artículo.
Me gustaría explorar una categoría de libros que considero poco
tratados e incluso parcialmente marginados en la literatura infantil,
se trata de los
libros perturbadores
. Aquellos que producen una
sensación de inestabilidad en la mente del lector, que dejan sensacio-
nes amargas y que a veces pueden causar conmociones en nuestra
psique porque son devastadores.
El riesgo que representa navegar estas aguas puede generar enor-
mes turbulencias porque hay territorios que se comparten con otras
categorías como el horror, la trasgresión y lo extraño. Por eso, como
primer ejercicio voy a tratar de marcar fronteras para lograr una
aproximación al tema que nos ocupa, no sin antes advertir que no
pretendo escribir un texto complaciente ni tampoco luminoso.
Para acercarnos a la perturbación es necesario tocar aspectos de
la sombra que son repulsivos, violentos o intimidantes. No pretendo
agotar esta discusión ni llegar a verdades inamovibles, probablemente
ni siquiera haya suficientes elementos para pensar que existan dichos
libros perturbadores.
Lo que sí me parece conclusivo es reconocer que hay lecturas esca-
brosas y desestabilizadoras, que el mundo de los libros para niños no es
—ni debe serlo— enteramente idílico. Y que nosotros como mediadores
debemos asumir que esas lecturas también son necesarias y benéficas,
en lamedida que nos hacen pensar y confrontarnos sin rodeos con aspec-
tos que forman parte de la compleja experiencia de crecer y de vivir.
Fronteras de la perturbación
La idea de trabajar sobre este tema tiene su origen en una imagen. Des-
de hace tiempo he estado investigando sobre la lectura de imágenes, y
uno de los principios que articulan parte de la selección que propongo
para hacer ejercicios de lectura visual está vinculado con la sombra.
Precisamente utilizo un cuento clásico, la versión de
Caperucita Roja
de Charles Perrault. Al final de esta historia, a diferencia de la versión
recogida por los hermanos Grimm, no viene ningún leñador que resca-
te a Caperucita del ataque del lobo… y podríamos decir que este final,
abrupto, instala una zona inquietante. No se restablece el equilibrio en
esa lucha entre el bien y el mal, no hay un cierre de final feliz.
Bruno Bettelheim propone una lectura muy particular de este
relato en su libro
Psicoanálisis de los cuentos de hadas
. No solo
plantea los conflictos edípicos de
la protagonista, sino también el
propio deseo de ser devorada, lo
que resulta aún más inquietante.
Abundantes claves aseguran la
interpretación de esta versión, no
como un cuento clásico de adver-
tencia, sobre el peligro real de los
lobos que merodeaban cerca de
muchos pueblos y aldeas, sino
como una metáfora de otro tipo
de lobo: el hombre seductor.
En realidad Perrault quería
advertir sobre el abuso sexual.
Leamos la secuencia final de esta
historia:
Caperucita Roja se desnudó
y se metió en la cama. Una vez
dentro, al darse cuenta de las
hechuras tan raras que tenía su
abuela desnuda, se quedó bastan-
te sorprendida.
—Abuela, qué brazos
tan grandes tienes —le dijo.
—Son para abrazarte mejor,
hija mía.
—Abuela, qué piernas
tan grandes tienes.
—Para correr mejor, hija mía.
—Abuela, qué orejas
tan grandes tienes.
—Para oír mejor, hija mía.
—Abuela, que ojos
tan grandes tienes.
—Para ver mejor, hija mía.
—Abuela, qué dientes
tan grandes tienes.
—Para comerte mejor.
Y diciendo estas palabras,
el lobo se abalanzó sobre
Caperucita Roja y la devoró.