

2009
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VI
I
BARATARIA 15
Los silencios, los colores sombríos de las casas y
las calles de aquellos años quedan en la atmósfera
de mis libros. Son cosas que no se pueden borrar,
que están muy hondas. Sin embargo, aunque mis
historias nunca tengan finales color de rosa, tam-
poco terminan mal. Soy optimista por naturaleza,
sin que me proponga lograrlo; simplemente soy así.
Por eso en mis libros hay siempre una salida para
mis personajes, aunque sea difícil o dolorosa.
A.O.R.: ¿Cuál es tu mejor libro?
A.V.:
Los ojos de Ana Marta
me gusta muchísimo.
Fue muy difícil escribirlo, porque mientras lo hacía
estaba convencida de que ese sería mi último libro.
Me habían hecho una operación quirúrgica y, al
salir del hospital, el médico me dijo que el cáncer es-
taba muy avanzado y que mi esperanza de vida era
entre dos y cinco años. Yo había empezado ya
Ana
Marta
y me dije que tenía que terminarla y poner lo
mejor de mí en esa obra, porque probablemente ya
no podría hacer otras. Lo corregí mucho, deseché
fragmentos, fue un trabajo muy exigente, en el que
puse muchísimo de mí. Era mi “testamento”, algo
muy desgarrador. Por eso es un libro fuerte, en el
que dije lo que necesitaba decir en aquel momento.
Yo pensaba: “Es el último libro mío que van a leer,
tengo que hacer algo bueno”. Por suerte el médico
me dio ese diagnóstico hace más de 25 años y vi-
nieron muchos libros después.
Curiosamente, aunque
Ana Marta
es mi libro que
más se ha traducido, leído y premiado en el extran-
jero, en Portugal mucha gente lo considera “dema-
siado triste”. Creo que aquí aún existe la idea de que
los libros para los jóvenes tienen que ser todos muy
alegres, muy movidos. Si en lugar de escribirlo en
1990 lo hubiera escrito ahora, creo que no se leería
en las escuelas.
Hay otro libro más reciente que también me satis-
face mucho:
Se perguntarem por pim digam que voei
(Si preguntan por mí digan que volé). Cuando lo
terminé y se lo di a leer a mi editor, me comentó que
le gustaba, pero que no le parecía para jóvenes, y me
propuso publicarlo en una colección para lectores
adultos. Pero yo me negué y apareció con el resto
de mis libros. No es una novela fácil, no es lineal, y
trata sobre tres generaciones diferentes de mujeres.
Refleja distintas maneras de vivir y de entender las
tradiciones familiares. Y aunque, en efecto, es un
poco difícil, los jóvenes lo leen mucho.
A.O.R.: ¿Con qué escritores sientes más afi-
nidad?
A.V.: Lamento mucho no haber podido conocer a
María Gripe, a quien considero mi hermana litera-
ria. Cuando, después de haber escrito
Los ojos de
Ana Marta
, leí
Agnes Cecilia
, quedé sorprendida por
nuestras coincidencias al describir un mundo lleno
de secretos detrás de las paredes. Sus libros me
tocan mucho, es la escritora que siento más próxi-
ma. Y también me gusta muchísimo Lygia Bojunga
Nunes, a quien conozco bien. Lygia es una gran
autora, que usa el lenguaje de un modo maravilloso
y diferente. Sus diálogos son magistrales.
A.O.R.: ¿Qué te propones con tu literatura?
A.V.: Nunca me ha interesado transmitir mensajes
a los lectores, sino hacerlos pensar, darles más ca-
pacidad de resistencia, ayudarlos a encarar la vida
de otra manera, a ser más fuertes, a creer más en
ellos mismos. Y también hacerlos un poco más felices
mientras leen, porque uno puede sentirse bien des-
pués de leer un libro fuerte, que nos haga llorar.