

2009
•
NÚMERO
1
•
VOLUMEN VI
I
BARATARIA 13
títulos para niños y jóvenes. Algunas de sus obras
emblemáticas —como
Rosa, mi hermana Rosa
,
A
vueltas con mi nombre
,
Cuaderno de agosto
,
Portal
12, 2º centro
y su “clásico”
Los ojos de Ana Marta
—
han sido traducidas a nuestro idioma y han dejado
una huella indeleble en muchos lectores.
La última noche de Correntes d’Escritas, después
de la cena, Alice y yo nos sentamos en una mesa del
hotel Novotel Vermar y sostuvimos, con mi pequeña
grabadora digital como testigo, una larga conversa-
ción. Lo que leerán a continuación es una parte de ese
diálogo con una de las escritoras más importantes de
la literatura infantil y juvenil contemporánea.
A.O.R.: ¿Cómo empezaste a escribir historias?
A.V.: De niña, nunca pensé ser escritora. Cuando me
preguntaban qué quería ser, siempre decía: “Periodis-
ta”. Y en eso me convertí. Pero un día leí en un perió-
dico que la editorial Caminho convocaba un concurso
de literatura infantil con motivo del Año Internacional
del Niño, que se celebró en 1979, y escribí
Rosa, mi
hermana Rosa
. Lo envié, ganó y fue publicado. Como
se vendió muchísimo, la editorial me pidió que escri-
biera un segundo, un tercer, un cuarto libro… y no
he dejado de escribir hasta ahora.
A.O.R.: Para alguien que nunca había escrito fic-
ción,
Rosa, mi hermana Rosa
es un libro muy
contemporáneo y renovador. ¿Fue algo intuitivo
o tenías algún modelo en mente?
A.V.: Simplemente escribí pensando en mis hijos
Catarina y Andrés; digamos que fue algo para con-
sumo doméstico, sin ningún tipo de búsqueda. En
realidad, la posibilidad de ganar el premio y de que
la narración fuera publicada me parecía algo muy
lejano. Sin embargo, me interesó reflejar el mundo
de mis hijos, que habían recibido una educación
bastante moderna, que se apartaba un poco de lo
tradicional. Tuve a mi favor ser periodista, que mi
escritura fuera comunicativa, concisa.
Pienso que si
Rosa, mi hermana Rosa
tuvo éxito, fue
porque era diferente a lo que se escribía en Portugal
para los niños: una literatura infantil muy irreal,
sin conflictos, con personajes que siempre se porta-
ban muy bien. Niños que eran el resultado de una
educación muy represiva, que los preparaba para
respetar las reglas y mantenerse callados, como se
esperaba que actuara la gente en una dictadura.
Niños que debían escuchar, pero no debían hablar,
y
Rosa
proponía otra cosa.
A.O.R.: Mariana, Marta, Abilio, Glória… los niños
y adolescentes de tus libros generalmente viven
inmersos en todo tipo de problemas. ¿Por qué?
A.V.: Quizás porque yo crecí en medio de muchos
conflictos. Mi niñez fue algo terrible, que me marcó
muchísimo, porque la infancia siempre nos marca
siempre, sea buena o mala. Yo creo que los niños
viven, además de con sus problemas, con los de
sus padres y los de sus familias. Tienen que sobre-
vivir en un mundo que no es idílico, y eso fue algo
que aprendí desde muy temprano: a no esperar que
las cosas me cayeran del cielo. Nunca viví con mis
padres, siempre estuve rodeada de viejos y cambié
mucho de familia. Como eran personas ancianas,
se morían, y yo pasaba enseguida a otra casa. Eso
me enseñó que la única manera de lograr algo en la
vida era teniendo fuerza y determinación.
A.O.R.: Tus personajes infantiles suelen ser so-
brevivientes.
A.V.: Esa es la palabra adecuada: sobrevivientes.
Una de las niñas de
Chocolate con lluvia
dice: “No-
sotros lo aguantamos todo”, y ese es un
leitmotiv
en
mis obras. Lo sé por mi experiencia personal: los
niños son muy resistentes.
A.O.R.: En tu forma de contar se aprecia una
perspectiva sesgada. No te gusta contar las co-
sas frontalmente, digamos que eres una narra-
dora de la insinuación.
A.V.: Ah, sí. Soy una narradora que está fuera, que
observo a los personajes y que digo algo sobre ellos,
pero nunca todo. Siempre me reservo una parte de