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BARATARIA

NÚMERO 14 •

2012

La clásica cuestión de los

clásicos

El clásico en la raíz

En su

Diccionario de términos literarios

, Demetrio Estébanez

Calderón explica que

clásico

es la denominación correspondien-

te a la más alta de las clases sociales en que Servio Tulio dividió

a los ciudadanos romanos. En el siglo II, Aulio Gelio recuperó

el término para designar al escritor considerado modelo. Entre

tanto, ya en la Grecia del siglo IV a.C. existía una selección de

escritores que el filólogo Ruhnken (1786) dio en llamar “Kano-

nes” (del griego

kanon

: regla, lista). En el “kanon” trágico figura-

ban Esquilo, Sófocles y Eurípides; en el “kanon” épico, Homero

y Hesíodo; en el lírico, Píndaro, Safo y Anacreonte, etc.

En la Edad Media, los clásicos son Ovidio, Virgilio, Séneca

y otros autores latinos, como modelos de formación filosófica y

moral, pero ya en el Renacimiento se incluye a escritores moder-

nos que manejan con brío la lengua vernácula.

En la Francia de Luis XIV la denominación se extiende a

contemporáneos que siguen los cánones de la retórica y esti-

lística de tradición clásica (orden, armonía y “buen gusto”). Es

uno de estos académicos, Charles Perrault, quien inaugura la

literatura infantil con sus

Cuentos de antaño

(1697)

.

Paradójica-

mente, esta obra se apartaba tanto del canon neoclásico que su

autor prefirió atribuirla a su hijo, Pierre Darmancour.

A través del tiempo han ido

formándose los grandes clá-

sicos, los que resisten –como

Cervantes, como Lope– a toda

revisión, a toda interpretación

[…] No existe más regla funda-

mental para juzgar a los clási-

cos que la de examinar si están

de acuerdo con nuestra manera

de ver y de sentir la realidad;

en el grado en que lo estén o no

lo estén, en ese mismo grado

estarán vivos o muertos

Azorín

[Estébanez: 1996; 153]

por Joel Franz Rosell