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2012

NÚMERO 14

BARATARIA 3

¿Clásicos infantiles o

clásicos para niños?

La existencia de un canon es consubstancial a

la literatura infantil, puesto que sus primeros

promotores se centraron en la selección de los

libros para adultos “más apropiados”. Muchos

de estos libros encubrían o amenizaban las

ideas sociales, filosóficas, económicas y polí-

ticas, novedosas o subversivas que portaban

con una fantasía que los chicos tomaron como

fin y no como medio. La imprevista apropia-

ción infantil permitió eludir censura, prejui-

cios y circunstancialidad, abriendo las puertas

de la posteridad a las fábulas de Esopo y La

Fontaine, a

Robinson Crusoe

y

Los viajes de

Gulliver

e incluso a parte de los

Viajes extraor-

dinarios

de Julio Verne, entre otras obras que

mal hubiesen llegado a nosotros sin contar

con la “protección” de la infancia [Rosell; 2001:

54-55].

En su fundamental

La literatura para niños

y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes

temas,

Marc Soriano aborda la cuestión de los

clásicos diciendo, con evidente ironía:

El sentido común y la experiencia corriente

nos demuestran que un clásico (para adultos)

es una obra tan bella y tan famosa que termina

por ser explicada en clase. Se la reproduce en

ediciones escolares […] muere de muerte natu-

ral, protegida contra los indiscretos por su alta

reputación y enteramente librada a los eruditos,

que son los únicos que saben qué pudo significar

esta obra en su época y cómo hay que leerla.

Se la redescubre cada cincuenta o cien años, en

ocasión de los grandes aniversarios.

Y contrasta:

… un “clásico para niños” es una obra tan

hermosa, tan famosa y tan ajustada a los gustos

y necesidades del niño que jamás se la explica

en clase [por lo que evita verse antologado, des-

pedazado y analizado críticamente en la escue-

la], se trata de una obra a la que el niño va por sí

mismo, por gusto y por placer. Jugando con las

palabras podríamos pues definir al “clásico para

los niños” como un libro que interesa a todos los

niños, independientemente de su origen social y

de su pertenencia a una clase determinada […

que] estaría dirigiéndose a lo que hay de univer-

sal en ellos: búsqueda de justicia y de verdad,

amor a la vida, etc.

[Soriano: 1999; 143].

La entronización de clásicos pertenece a la

recepción y no a la concepción de la obra. Para

Soriano son predominantemente literarias las

consideraciones que hacen canónicos ciertos li-

bros infantiles, aunque recuerda que en la épo-

ca en que la escuela se consolida y es declarada

obligatoria (coincidiendo con la eclosión de la

industria editorial en Francia, a mediados del

siglo XIX), se movilizó a escritores de diversa

procedencia para que elaborasen obras dura-

deras, capaces de contribuir a la consolidación

de tradiciones y valores. El estudioso francés

estima que sólo excepcionalmente se alcanza

el éxito con semejante tipo de emprendimiento

(Tolstoi lo intentó, Selma Lagerlöf lo consiguió)

porque la sinceridad del artista entra inmediata-

mente en conflicto con el didactismo del género

y con las servidumbres a que obliga…

[Op Cit;

144-145]

1

.

En fin, que no hay fór-

mula capaz de garantizar

la dimensión de clásico infantil.

Nilaintencionalidad,nielprofun-

do conocimiento de la infancia…

Lo mismo que el Talento o la

Calidad, el clásico ni se decreta

ni se predetermina.

1

Continuaré apoyándome en el fundamental

estudio de Marc Soriano; a veces coincido, a veces

gloso, pero también disiento o actualizo sus criterios.

Nada más normal, su

Guide de littérature pour la

jeunesse

(que cito en la versión castellana de Graciela

Montes para mayor facilidad) es un clásico; y todo

clásico, para seguir siéndolo, ha de ser devorado,

digerido e incorporado al espíritu de ese caníbal

ilustrado que es todo autor.