
2011
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NÚMERO 13
BARATARIA
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En el contexto latinoamericano, el niño
de la calle aparece como un actor temprano de la
literatura infantil, en relatos que fueron adapta-
dos para este público. A principios del siglo XX, los
diferentes movimientos criollistas que intentaron
reproducir una realidad nativa o local, también,
se ocuparon de este pequeño actor, desde todo
punto de vista marginado. No es solo su condición
de proscrito, sino también su condición de niño,
lo que lo llevará a ser víctima de abusos y maltra-
tos. Un cuento emblemático, del venezolano José
Rafael Pocaterra,
De cómo Panchito Mandefua cenó
con el niño Jesús
, relata la historia de Panchito,
un vendedor de loterías que en la noche de Navi-
dad muere atropellado por un automóvil sin que
realmente a nadie le importe. Para el período en
que se escribe esta historia, incluida en
Cuentos
grotescos
(1922), comienza a despuntar la moder-
nidad en muchos países de la región, por lo que se
acentúa un fenómeno de migración del campo a
las ciudades, que va a dar origen a una nueva es-
tructura urbana: las áreas periféricas comienzan
a poblarse, en principio tímidamente, por familias
campesinas que se asientan cerca de las grandes
ciudades en busca de mejores oportunidades.
Hacia los años cincuenta, este fenóme-
no de densidad poblacional es irreversible y ya en
las principales ciudades, las colinas y terrenos
baldíos se ven invadidos de casas improvisadas y
asentamientos espontáneos. Junto con ello tam-
bién crece una problemática social compleja, que
instala en la vida cotidiana la violencia, la lucha,
el abandono y la desesperanza.
En este contexto nace la figura del niño
de la calle, cuyas historias también asaltan la
literatura infantil y el cine desde diferentes pers-
pectivas. Por un lado, desde una dimensión
realista muchas obras ofrecen una descripción
cruda de las ásperas experiencias que viven mu-
chos de estos personajes, sus ambientes y las ra-
zones que los llevaron a dejar sus casas o perder
la seguridad del hogar. Otros relatos plantean
historias muy comunes de migraciones del campo
a la ciudad, cuyo principal propósito es marcar
los contrastes entre estas dos formas de vida. Y
en algunos casos, los ambientes asfixiantes de
los puentes, botaderos de basura, escombros,
permiten las posibilidades de soñar un mundo
mejor, quizás de construir fantasías como una
forma de evasión.
En un borde muy delgado se encuentran
historias que más bien reproducen situaciones
de infancia de extrema dureza, donde no hay
espacio para la ternura, o historias donde inex-
plicablemente el mundo de los adultos aparece
desdibujado.
Abundantes obras de la literatura infan-
til latinoamericana dan cuenta de las vicisitudes
de estos personajes, a veces en una estructura
itinerante, enlazada con la picaresca, cuya tra-
dición se extiende y se aclimata en la literatura
hispanoamericana como un género de denuncia
social, que revuelve las entrañas de una sociedad
hipócrita y plagada de vicios. En
El lazarillo de
Tormes
, Lázaro, el protagonista, sirve de hilo con-
ductor para exponer ese rostro oculto a medida
que va pasando de mentor en mentor. Uno de los
parentescos de este género con las historias que
abordan el tema del niño de la calle es su carácter
de aprendizaje. En las diferentes situaciones, el
héroe (en este caso antihéroe) aprende a sobrevi-
vir, utilizando el engaño, la astucia y, si es posi-
ble, la fuerza.
Podría ser amplio el catálogo de obras que
asumen este personaje y sus condiciones, desde
cuentos cortos, hasta obras de mayor envergadu-
ra, pasando por libros álbum. Algunos de ellos
cabalgan en el tono de denuncia, otros exponen
más bien una visión conmiserativa y maniquea,
en la que los ricos se presentan como malos y des-
almados, mientras que los pobres se solidarizan
ante el dolor y encuentran justificación a sus ac-
tos. En todo caso, evidencian las agudas desigual-
dades de nuestras sociedades.
Miguel Vicente Pata Caliente
, del venezo-
lano Orlando Araújo, introduce el personaje del
limpiabotas, que pronto queda huérfano. A tra-
vés de este chico, podemos explorar parte de esa