

2009
•
NÚMERO
2
•
VOLUMEN VI
I
BARATARIA 15
la totalidad de su obra consigue un humanismo
fresco que hace vivir al personaje para siempre.
El humor irónico de María Elena Walsh
Otra clásica de la literatura infantil latinoamericana
que cultiva el humor es María Elena Walsh (1930),
quien se pregunta: “¿Puede alguien imaginarse una
tonina con vestido de cola y capelina? ¿O un atún
que nada estilo mariposa y al tun tun…?”. Walsh
puede inventar estos seres de la imaginación, porque
sabe jugar con las palabras formando rimas diverti-
das y absurdas. Este gusto por las palabras le viene
de niña. Nacida un 1° de febrero en Ramos Mejía,
provincia de Buenos Aires, es hija de “un inglés del
ferrocarril”, argentino, hijo de inglés e irlandesa, y
una mamá argentina, hija de criollo y gaditana.
En la casa de la infancia siempre había libros
de cuentos y canciones que le cantaba su padre,
lo que es muy importante, porque de él hereda ese
gusto por la música. En suma, melodías alegres,
mucho sentido del humor, ritmo y libros de poe-
mas. Recibió, como ella lo dice en
Vals del diccio-
nario
: “palabras en vez de muñecas”. Había en esa
casa un libro de infancia que la marcó profunda-
mente: las
Nursery Rhymes
que siempre le leía su
padre. Este libro único de rimas y canciones de
cuna va a ser decisivo en su vida. Porque la autora
siempre pensó en lo maravilloso que era reírse y
divertirse con esas letras surrealistas y extrañas.
Creía sinceramente que había que traducirlas,
no literalmente, sino en espíritu, tal como Rafael
Pombo lo había hecho en Colombia. “Sentía que en
español, salvo en coplas y nanas populares, nadie
había jugado con las palabras como lo hicieron los
ingleses en su lengua”. Por eso, sus versos están
llenos de expresiones juguetonas y traviesas. Allí
están esos poemas divertidos que nos hacen reír
y emocionar porque sus animales inventados re-
sultan verdaderamente fantásticos. Ahí viene “una
vaca que come con cuchara y que tiene reloj en vez
de cara”. También “un hipopótamo tan chiquitito
que parece de lejos un mosquito”. En el reino de
la mente todo es posible: sonreír, imaginar con
libertad, y desarmar esquemas preconcebidos y
estereotipados.
Claro está que la rima perfecta puede tam-
bién desarmarse para crear un ritmo propio que
tiene su propia gracia. Ahora, en su poesía hay
ingenio y una manera nueva de decir las cosas y
de llegar con simplicidad y alegría al corazón del
niño… y del adulto. Porque la poesía transgresora
y a la vez con ángel de María Elena Walsh tiene
la virtud rarísima de encantar a todos por igual.
¿Quién no recuerda aquellas
Canciones para mirar
(1962), que fueron llevadas al teatro y que se re-
presentaron en toda Hispanoamérica en los años
60 rompiendo lo convencional?
Niños y adultos aprendían a sonreír en con-
junto, unidos con esta poesía ilógica e irreverente
que decía verdades profundas. Un poco con ternu-
ra, otro poco con ironía, Walsh sabía penetrar en
el corazón humano y nos decía que la indolencia
podía llevar a la superioridad y a creernos mejo-
res que otros para ventaja personal. Desde lue-
La poesía transgresora de
María Elena Walsh tiene la virtud
de encantar a todos por igual.