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2009

NÚMERO

2

VOLUMEN VI

I

BARATARIA 13

Papelucho muestra el estilo

asociativo de Marcela Paz y

su singular humor absurdo.

El humor crítico de Marcela Paz

Una de las escritoras de literatura infantil chilena

más sobresaliente es Marcela Paz (1902-1985),

pseudónimo de Esther Huneeus Salas, quien na-

ció un 29 de febrero de 1902, una fecha un tanto

divertida porque a la niña solo le celebraban el

cumpleaños cada cuatro años. De modo que desde

su nacimiento ya estaba marcada por el humor

que caracterizó su obra literaria, en especial

Pa-

pelucho

(1947) un clásico de la literatura infantil

en Chile.

Una de sus tías, Rita Salas Subercaseaux (1882-

1965) hermana de su madre, le traspasó a la niña

el innato sentido del humor de las hermanas Salas.

La tía Rita escribió varios libros de viaje, entre ellos

Las antenas del destino

y

El ángel del peregrino

,

actualmente revalorizados por lo ingenuo de una

escritura que hoy resulta divertida. Esta tía inge-

niosa y única va a ejercer una poderosa influencia

en la niña, especialmente al despertarle el sentido

del humor que pueden encerrar las palabras. Así, la

tía escritora firma sus libros como Violeta Quevedo:

“Violeta por lo humilde y Quevedo por lo que veo”.

En uno de sus libros escribe: “La torre de Pisa es

barroca por dentro e inclinada por fuera”. La niña

Esther disfruta escuchando estas frases locas que

van a quedar registradas en sus propios libros. Todo

lo que observa, la niña lo pasa por la memoria y de

allí al papel. Así dirá: “Tengo ojos de pasadizo, por

donde se cuelan las cosas sin autorización, para

salir luego por la punta del lápiz”.

Uno de sus personajes favoritos de infancia

es Charles Chaplin, que considera tierno, loco,

aberrante, divertido y encantador. Sí, crearía un

personaje que tendría estas características. Sería

como un Chaplin infantil: loquillo, sabio, dispara-

tado, divertido y crítico, con una nota para la re-

flexión, otra para el humor y otra para la emoción.

Su hermana Yola le hará los dibujos que quedan

hasta el día de hoy, inalterables, fijando el tipo del

niño irreverente, crítico, muy distinto al prototipo

del niño modelo de las novelas antiguas del siglo

XIX. Sería un niño como cualquier otro, con su

familia y su empleada del campo Domitila. Un pe-

queño niño burgués de la clase media santiaguina

que, sin embargo, alcanzaría universalidad por su

humor y su desparpajo.

La autora no necesita innovar técnicas ni hacer

alardes estilísticos. Papelucho nace espontáneo,

fresco, del corazón a la mente y de la mente a la

pluma. Es un niño vivo, como cuando Pinocho salta

de las manos de Gepetto y se convierte en un niño

de verdad. Es realidad pura. Habla “como le da la

gana”. Un espíritu liviano y travieso impide al chiste

caer en lo ramplón. Y así, empieza la primera frase:

“Hoy ha ocurrido algo terrible, muy terrible…”. Se

ha abierto una compuerta en la mente de la autora

y ya no puede parar.

Papelucho

obtiene el Premio de Honor del Con-

curso Rapa Nui en el año 1947 y se publica en

una hermosa edición de tapas duras. El libro rápi-

damente gana el favor del público. Es un niño de