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BARATARIA
I
VOLUMEN VI
•
NÚMERO
2
•
2009
mechas tiesas con los que se sienten identificados miles de lectores.
Los lectores abren el libro y leen: “Hoy se cortó el agua y nadie se
lavó. A Javier le sigue doliendo el estómago y yo le preparé uvas con
zarzamora y se mejoró. Voy a escribir a mi papá para que me mande
una escopeta para cazar patos y también patos para aprovechar la
escopeta”. “En la noche había visitas a comer y se me cayó el diente
suelto y tuve que tragármelo para que no lo notaran.” “Me gustaría
que me enterraran en un cajón bien pobre y con la plata del fino le
compraran chocolates a los niños pobres, porque el rico le roba al
pobre y a mí me da vergüenza ser hijo de ricos.” “A mí se me ocurrió
hoy una idea estupenda, pero se me olvidó. Ojalá que mañana me
vuelva.” Estos párrafos ilustrativos dan una idea del estilo asociativo
de la autora y de su singular sentido del humor absurdo, que tiene
mucho del surrealismo y de la corriente de la conciencia.
El libro cae como un cascabel
en el Santiago apático y anodi-
no de fines de los años 40. Unos
leían el libro y se reían de las ocu-
rrencias de este personaje tierno
que hacía reír y llorar. Otros se
emocionaban hasta las lágrimas:
“Soy un hijo perdido. Los hijos
perdidos generalmente se van al
circo pero aquí no hay circos sino
puros potreros”. Era tan vivo este
Papelucho que parecía que era él
mismo quien escribía el diario y
no una autora.
Papelucho
tuvo un rotundo
éxito. Se tradujo al ruso, japonés
y francés. Luego vinieron otras
obras que continuaron la saga
de este niño chileno:
Papelucho
casi huérfano
(1952),
Papelucho
historiador
(1954),
Papelucho de-
tective
(1956),
Papelucho en la
clínica
(1958),
Papelucho perdido
(1960),
Papelucho en vacaciones
(1962),
Papelucho, mi hermana
Ji
(1964),
Diario secreto de Pa-
pelucho y el marciano
(1965),
Pa-
pelucho misionero
(1966),
Pape-
lucho: mi hermano hippie
(1970),
Papelucho: ¿Soy dix-leso?
(1974),
y muchos otros libros de poesía
infantil y relatos cortos.
Marcela Paz recibió el Premio
Nacional de Literatura en 1982.
Falleció en Santiago, rodeada
de sus hijos y nietos en 1985.
Sus libros siguen editándose y
enriqueciendo la imaginación
de los niños chilenos por su es-
pontaneidad y mirada crítica al
mundo de los adultos. El sentido
del humor que se desprende de