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Están los que como el apóstol Tomás sólo creen

en lo que ven. Por ello sus actuaciones son un cú-

mulo de acciones producto de lo que ven o creen

ver, sin dar cabida al acto creador.

Los buenos camaradas la tienen fácil: promue-

ven en exclusiva los libros de sus amigos, o los de

quienes responden sus correos, o los de escritores

que conocieron en congresos y talleres, o los de

quienes les firmaron autógrafos o les aceptaron una

invitación a conversar con niños en una biblioteca

pública o a tomarse un café solitario.

Otros hacen la promoción de lectura desde un

discurso hipotético, especulativo, supuesto, ima-

ginado, sin untarse de realidad y citando grandes

pensadores de la historia o librescas investigaciones,

distantes de un entorno inmediato urgido de una ló-

gica donde impera el sentido común.

Algunos más, han hecho de la promoción de la

lectura un espectáculo circense, un acto con preten-

siones de ser desarrollado en una carpa de circo.

Y así se pueden seguir indicando los variopintos

protagonistas: quienes centran su accionar única-

mente en libros de literatura, o los que sólo promue-

ven el soporte libro, o quienes tienen como a Dios la

Internet y los medios digitales, o los más modernos,

sujetos que promueven la lectura para obtener los

votos de una comunidad con el mezquino propósito

de hacerse con un cargo público.

En ese tsunami en el que se revuelca la promo-

ción de la lectura, habrá quienes tengan claro por

qué es fundamental constituir en América Latina una

sociedad de lectores. A mi modo de ver, esa pro-

moción debe estar ligada con una idea romántica,

urdir la felicidad aquí en la Tierra. Esta frase significa

preparar los hilos para tejer la felicidad, prepararlos

en secreto, tramar el asalto a la desdicha. Es urgente

hacerlo con cautela, con calma, porque el escán-

dalo les ha recordado a los poderosos el vigor de

la lectura; por eso han regresado con sus antorchas

medievales e incendiarias. Están infiltrados: cuando

los reflectores de los medios de comunicación los

bañan con su luminiscencia, manifiestan apoyo in-

condicional al acto lector, pero cuando las cámaras

se apagan, agigantan sus presupuestos de guerra y

marginalidad.

Ámbito y búsqueda

de la promoción de la lectura

El ámbito de injusticia e iniquidad de los países lati-

noamericanos hace que muchos seres vivan la des-

dicha perpetua.

Hoy, gracias a los mandatos del tío del dinero y

de la guerra, los habitantes de América Latina care-

cemos de derechos, somos abuelos, padres, hijos y

nietos de la generación de los servicios y productos.

Cualquier cosa que en su momento pueda parecer

un derecho ingresa ipso facto a un proceso mercantil

y se rotula con su respectivo empaque y su precio

correspondiente.

Somos entonces víctimas de unos intereses eco-

nómicos controlados por unos pocos y que van en

detrimento del interés común, de la ecología y de la

felicidad. Intereses aberrantes capaces de enturbiar

el agua para luego vendérnosla limpia, de cobrarnos

los paisajes que habitamos. En fin, intereses creados

para hacernos la felicidad esquiva.

Un reto interesante de la promoción de la lectu-

ra es rescatar la felicidad de ese contexto terrible.

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2007 • NÚMERO 2 • VOLUMEN IV

BARATARIA