
2011
•
NÚMERO 13
BARATARIA
3
En el ámbito de la literatura in-
fantil y juvenil, la historia es un
tanto distinta: ya hasta muy en-
trado el siglo pasado los perso-
najes comenzaron a alejarse del
campo, la tradición oral y la fan-
tasía, para instalarse de lleno en
las ciudades.
A partir de la década
de 1980, con la consolidación de
casas editoriales en la región, la
producción de literatura dirigida
al segmento más joven de la po-
blación aumentó significativa-
mente; con ello también fueron
refrescados los temas, los per-
sonajes y los ámbitos en que se
desarrollaban las historias.
Este fenómeno coincide
con el crecimiento desmedido
y, en la mayoría de los casos,
sin planificación de las grandes
urbes de América Latina, con
sus subsecuentes problemas
sociales. Además, secorresponde
con el surgimiento de una clase
media preocupada por la edu-
cación y el consumo cultural
de sus hijos, que poco a poco
impulsa la publicación de
títulos que apelan a sus pro-
pios referentes, valores y formas
de vida.
Y aunque los niños
seguían encontrando diversión
en la literatura de tradición oral
y en los textos de épocas ante-
riores, eran necesarios aquellos
espejos a través de los cuales
comprendieran la complejidad
del sitio y el momento que ha-
bitaban.
Así, autores –surgidos de
esta misma clase media urba-
na– comenzaron a delinear los
diversos caminos que la literatura para niños y jóvenes ha recorrido
alrededor y dentro de las ciudades.
En una literatura que, además de cumplir su función
estética, es utilizada para transmitir valores y mostrar modelos
de comportamiento, el escenario en el que se desarrollan las accio-
nes no es meramente ornamental, sino que da sentido y significado
a la obra.
Si en el siglo XVI, Cervantes de Salazar escribió portentos
sobre la Ciudad de México para marcar diferencias con respecto a
las ciudades europeas y cimentar una identidad criolla, en las últi-
mas décadas del siglo XX los autores de literatura infantil en Lati-
noamérica escriben sobre las ciudades para brindar pertenencia y
generar empatía entre los niños que habitan en las urbes.
La economía basada
en la agricultura que dominó a
América hasta finales del siglo
XIX generó una concepción idíli-
ca del campo, que se profundizó
con las grandes migraciones ru-
rales. El cine y cierta literatura
dan puntual cuenta de esto. Por
ello, era necesario un corpus de
textos en los cuales los niños
pudieran reconocer el lugar que
habitaban, los problemas que
enfrentaban y la posibilidad de
ser felices.
Actualmente, por fortu-
na, podemos hacer una larga
lista de cuentos y novelas para
niños ubicados espacialmente
en las urbes latinoamericanas,
con los más diversos matices,
personajes, situaciones y pun-
tos de vista.
Las ciudades en la literatura infantil latinoamericana han
dejado de ser solo el telón de fondo o el sitio de inevitable compa-
ración con el campo para convertirse en velados personajes que
acompañan, asustan, retan, influyen y marcan a los personajes
para actuar de determinada forma.
Aunque muy dada al realismo, en el ámbito infantil y juve-
nil, la literatura latinoamericana ha sabido encontrar resquicios
para brindar a los lectores perspectivas desde las cuales mirar la
realidad, aun la más sórdida o la más tediosa, incluso valiéndose
de la fantasía.
Aunque muy dada al
realismo, en el ámbito
infantil y juvenil, la
literatura latinoamericana
ha sabido encontrar
resquicios para brindar a
los lectores perspectivas
desde las cuales mirar
la realidad, aun la más
sórdida o la más tediosa,
incluso valiéndose de la
fantasía.