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2013

NÚMERO 15

BARATARIA 21

dotaba a los españoles de un carácter sobrena-

tural, ya que habían surgido de un “más allá”.

Eran semejantes a los hombres, pero los dioses

podían manifestarse entre los humanos como hu-

manos. Cuando se dan los primeros contactos,

las fuentes indígenas ponen énfasis en la comida,

se observa atentamente qué comen los españo-

les. No olvidemos que los seres humanos tenían

el deber de nutrir a sus dioses con sangre para

fortalecer a las fuerzas cósmicas. Los indígenas

hicieron otra prueba para sondear la naturaleza

de los recién llegados: les mandaron comida divi-

na, rociaron alimentos con sangre. Corroboramos

el papel revelador de la comida: los dioses no co-

men lo mismo que los humanos. Algunas fuentes

indígenas cuentan que ellos asimismo recogieron

los restos de lo que comían los recién llegados y

se los llevaron a Moctezuma. Los españoles ha-

bían mandado la típica comida de los marineros:

carne y pan secos, vino; sin duda ya un poco

rancios después de una larga travesía en el mar.

Los malentendidos de los primeros encuen-

tros crecen debido a la falta de la lengua común.

Todo ocurría a través de una compleja cadena de

traducciones. Los españoles tuvieron suerte

de encontrar a Jerónimo Aguilar, un náufrago es-

pañol que ya tenía ocho años viviendo como es-

clavo entre los mayas; además, entre las mujeres

que les ofrecieron los indígenas había una que

hablaba náhuatl y maya, la famosa Malinche. Lo

interesante, y que ilustra la dificultad de comu-

nicarse –y comprenderse–, es que antes de que

aprendiera la lengua española, la línea de tra-

ducción iba del español al maya, del maya al

náhuatl, y de regreso, todo esto confrontando

conceptos del mundo muy distantes.

Había aún otro tipo de percepción basado

en la convivencia. A los españoles los acompa-

ñan ejércitos indígenas que creían llegada la

oportunidad de acabar con la hegemonía mexi-

ca. Conviviendo se aprende: en su compañía los

conquistadores empiezan a entender náhuatl,

a vestir armaduras indígenas más adaptadas

para el clima que las españolas, que se oxida-

ban con las lluvias y eran inaguantables en los

días de calor. Todavía la conquista no se había

consumado y ya comenzaba el proceso de hi-

bridación de las culturas que no ha terminado

hasta el día de hoy.

Mientras el Otro es narrado por el Otro, ex-

puesto en el discurso ajeno, es imposible hacerle

justicia. Por eso es necesario recuperar su discur-

so. Se hace imprescindible saber qué dice el Otro

sobre sí mismo. En el proceso de la Conquista,

los españoles evidencian un esfuerzo manipulador

con el fin de pasar por inmortales: entierran de

noche a sus muertos para que los indígenas no

se den cuenta de que eran mortales ni de cuántas

pérdidas habían sufrido, pero, por otro lado, con-

fiesan que se orinaban de miedo en las batallas.

En las páginas de

Ecos de la Conquista

se

confrontan tanto los dos discursos sobre la

Conquista como el imaginario visual que plas-

ma este encuentro. Cada imagen revela tam-

bién manipulaciones simbólicas. Al comparar

el encuentro pintado en el ambiente criollo, se

aprecian tronos de oro macizo, mientras que los

mexicas representaban a sus gobernantes en un

asiento de petate. El metal precioso era un sím-

bolo de poder y esplendor, sinónimo de riquezas

fabulosas y reinos legendarios para Europa. Así,

se representa al Otro no como era sino como

“me gustaría” que fuera, porque mi visión del es-

plendor del Otro fortalece mi propio yo, funda la

leyenda del grupo con el cual uno se identifica.

Estas versiones confrontadas nos permiten

recuperar el lado humano de las dos partes. La

Historia transcurre a través de gente como no-

sotros, con caras, costumbres, sentimientos y

creencias singulares. Un saber conseguido de

esta forma no puede ser, espero, maniqueo.

Una vez T. S. Eliot escribió que alguien quien

no viaja es provinciano de su comarca y alguien

que no conoce la historia es provinciano del

tiempo. La literatura histórica de hechos y de

ficción nos permite salir de nuestro barrio o de

la jaula de nuestra limitada experiencia tempo-

ral. Impide que seamos provincianos del tiem-

po. Nuestra meta debe ser ensanchar nuestro

mundo, ampliar la noción del Nosotros en la

cuál nos inscribimos.

*Krystyna Libura es Licenciada en Filología Polaca por la

Universidad Jagellónica de Cracovia y tiene estudios en Socio-

lingüística por la Fundación Friedrich Ebert, en España. Ha

escrito libros de no ficción para niños donde explora la visión

del otro y un acercamiento antropológico a los eventos desde la

perspectiva de los testigos y no de los protagonistas.