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2009

NÚMERO

2

VOLUMEN VI

I

BARATARIA 5

este sentido es Roald Dahl. El ab-

surdo, la inversión, los juegos de

palabras y la ironía forman parte

del arsenal que utiliza este autor

para crear mundos ficcionales en

los que niños inteligentes e ima-

ginativos se resisten al proceso

civilizador de los adultos a partir

de la trasgresión, la ridiculización

y la burla de lo que todo eso su-

pone. Las obras de Dahl ofrecen

a los lectores una aproximación

al humor negro, pues presentan

lo horrible y repugnante bajo una

perspectiva cómica, tal como ocu-

rre con su obra

Los cretinos

, en la

que dos personajes se regodean en

lo escatológico y en las maldades

que se prodigan el uno al otro.

A través del humor también

se pueden tratar situaciones

reales y mostrar la verdad.

Esti-

rar la pata

, de Babette Cole, por

ejemplo, propone una graciosa y

cercana aproximación al tema de

la muerte. Los libros de Beverly

Cleary —como la serie de Ramo-

na— señalan, de manera jocosa

y conmovedora a la vez, los mal-

entendidos de la vida cotidiana.

El tono humorístico de su traba-

jo está enmarcado por una visión

amorosa y cálida sobre el creci-

miento y la vida familiar.

El lenguaje y las formas lite-

rarias proponen muchos recur-

sos para experimentar el humor

a través de los libros. Juegos de

palabras, en los que se alteran

sonido y sentido. Exageraciones,

equívocos e irreverencias de di-

versa índole que proponen una

dislocación de lo real, de lo conocido. Transgresiones de normas lin-

güísticas, lógicas y sociales que se manifiestan tanto en juegos con

el lenguaje como en acciones y diálogos de personajes.

Por otra parte se encuentra el absurdo, que con su manera de-

moledora de ubicarse en el mismísimo centro de lo que parece lógico,

estremece los cimientos de lo que se da por sentado y no solo invita a

la risa sino también a la pregunta y a la crítica. Entre los recursos

humorísticos de los que se sirve el absurdo se pueden mencionar

la distorsión, la inversión o la exageración de algunos aspectos del

mundo real, asociaciones fortuitas de sonidos y rimas, de malen-

tendidos, juegos de homonimia, de perversas confusiones entre

los sentidos figurado y literal de las palabras, entre otros etcéteras

(Cancelas y Ouviñas, 1997). Las obras de Lewis Carroll y Edward

Lear son emblemáticas del absurdo en la literatura para niños.

Muchos son los herederos de estos autores: María Elena Walsh,

Daniel Nesquens, Luis Pescetti y Ema Wolf manejan el absurdo con

mucha habilidad.