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BARATARIA
I
VOLUMEN VI
•
NÚMERO
2
•
2009
De los 3 a los 5 años el humor está asociado a
los juegos con las palabras. No solo implica los juegos
con la sonoridad sino también con el sentido, de allí
el gusto por el absurdo en esas edades. Otra variante
de este estadio tiene que ver con la distorsión de las
figuras familiares, de sus acciones y actitudes regu-
lares, ya se trate de humanos o de animales. En esta
etapa, la bufonada, la caída del otro y el pastelazo
en la cara tienen un gran efecto.
Al preguntarse qué hace reír a los niños, el es-
critor argentino Luis Pescetti, profundo conocedor
del tema, ofrece en su sitio web una larga lista de
posibilidades. A su modo de ver, los niños se ríen de
la rebelión contra la autoridad —con todas las posi-
bilidades que eso entraña—, de lo que asusta y por
consiguiente debe ser desafiado y vencido, del castigo
a los que cometen una falta contra la norma —sea
intencional o no—, de la pérdida de control, como en
de sentido. Este proceso es explicado paso a paso
por Paul McGhee (2002), para quien las primeras
manifestaciones del humor aparecen entre el quinto
y el sexto mes de vida, cuando alguna de las per-
sonas cercanas hace algo distinto a lo que el bebé
conoce y le provoca, así, la risa. Regularmente tie-
ne que ver con movimientos del rostro, como por
ejemplo las morisquetas, y con juegos asociados a
los sonidos.
Entre los 12 y los 15 meses algunos juegos ge-
neran manifestaciones de humor, como cuando se
da a un objeto las funciones de otro. A partir de los
2 años tiene lugar un tercer estadio del humor en
el que los niños juegan a cambiar los nombres de
los objetos de su cotidianidad e incluso a utilizar
palabras opuestas para designarlos. A partir de aquí
se manifiesta la conciencia de su propia capacidad
para hacer reír.
ciertos juegos de palabras. Pero como bien señala este
autor, en insospechada conjunción con las explica-
ciones científicas, los motivos y los mecanismos de
risa son idénticos a los de los adultos. Solo cambian
los matices, la temática y la complejidad tanto de la
información como de las reglas en juego, pues todo
esto varía a medida que crecemos y tenemos unmayor
repertorio de referentes de diversa índole.
Por otra parte, los niños pequeños están muy
cerca de algunos dilemas de la infancia como para
sentir que los han resuelto y poder marcar suficiente
distancia. De este modo, al leer o escuchar historias
de humor asociadas a esos aspectos que no han su-
perado, suelen encontrar tristes algunas partes que
para los mayores resultan graciosas (Cleary, 1995).
El crecimiento tiene, entonces, una incidencia en
la percepción e incluso en el gusto por el humor en
los relatos, en particular en los realistas.
Cuando el lector ya ha superado las experien-
cias difíciles del crecimiento, leer sobre ellas no le
produce vergüenza, sino que ya se siente con su-
ficiente distancia como para reírse. Los libros de
humor le permiten, entonces, saber con certeza que
ha crecido. En este sentido, un buen libro ha de
poder ofrecer a sus lectores diversas visiones del
humor, incluyendo formas sutiles y distintos grados
de complejidad, de manera que el diálogo entre el
libro y el lector se enriquezca con el tiempo.
¿Cómo se manifiesta el humor en los
libros para niños?
Construir un texto burlón e irreverente, que es-
tablezca una comunicación efectiva con el lector,
implica un hábil manejo de técnicas y recursos li-
terarios que incidan tanto en los temas como en la
forma de cada obra. Una figura sobresaliente en
El humor tiene un enorme sentido
didáctico como actitud vital.