El mejor homenaje que la sociedad puede rendir a los maestros es reconocer su indiscutible protagonismo en la evolución de la humanidad. En cada persona adulta, existe al menos un recuerdo permanente de esa maestra que le enseñó a leer, que la condujo por los primeros caminos del saber y quien fue su mejor ejemplo en el salón de clase. Y si recaba más en sus pensamientos, podrá recordar al profesor de matemáticas, sociales o literatura que estuvo más cerca y despertó su pasión por aprender. Bien sea desde el preescolar, pasando por la primaria y secundaria, o en la universidad, la presencia del maestro es una constante en la vida del estudiante.
La historia de la evolución de humanidad ha estado estrechamente ligada a la educación, a su participación en la trasmisión de saberes desde que las comunidades primitivas empezaron a comprender el universo y desarrollaron los canales de comunicación. Hubo en cada grupo la presencia de un líder (muchas veces los más hábiles y sanos,) quienes se comprometieron con enseñar a sus hijos los fundamentos básicos de la supervivencia.
Con los años, se fueron robusteciendo los lazos sociales y también el rol de quien se encargaría de entrenar en los oficios, el lenguaje y las técnicas para subsistir en los ambientes hostiles que la naturaleza iba deparando. Muy seguramente estas actividades para “educar” surgieron de manera espontánea, fruto del quehacer diario y sin algún modelo sistemático o pedagógico, pero eso sí, era clara la necesidad de garantizar la supervivencia. Mas tarde ser iría consolidando como una práctica educativa consciente, intencional y sistematizada de oficios y artes.
Fue así con el transcurrir de los años que se trasmitieron de generación en generación los ritos, costumbres y saberes; encargando a los “sabios” o “maestros” como los individuos idóneos para dirigir el destino del grupo.
Para la sociedad occidental, el mundo antiguo griego refiere que en el siglo V a.C. contó con formación de la disciplina militar, y se hace referencia a una educación integral -física, intelectual y espiritual-. El programa educativo se iba enriqueciendo con estudios de historia, geografía, astronomía, matemáticas, música, teatro, entre otras. Una tarea especial en Grecia fue la formación en política y, bajo esta necesidad, aparecieron los sofistas que enseñaban a la población los contenidos de los grandes filósofos de la época.
El imperio romano recibirá la influencia cultural griega y continuará un proceso de formación educativo en el que destaca la figura de Quintiliano con su obra ‘Instituio Oratori’, que algunos lo llaman como primer manual de formación de maestros y aporta elementos para la fundamentación magisterial, especialmente en la oratoria. Siglos más tarde, en la edad media, con un nuevo componente de la cultura religiosa cristina y el maestro será eje central de la
educación. Mas adelante con las comunidades religiosas se fortalecerán las escuelas y colegios otorgando así una mayor participación significativa a la labor de los docentes.
A lo largo de la historia de la educación se ha reconocido y a la vez cuestionado el rol del maestro, pues responde a cada época y a los cambios sociales, políticos y tecnológicos que marcan el ritmo de la sociedad del saber. Existe un renombrado y selecto grupo de pedagogos y pensadores pioneros de las reformas educativas y de contextualizar el quehacer del maestro como son Rousseau, Dewey, Pestalozzi, Freinet, María Montessori, entre otros que han dejado una huella en lo que somos hoy en día. Cada una de estas disciplinas han inspirado a miles de profesores en el mundo y han favorecido una reflexión continua de su participación en la evolución de las sociedades humanas.
Este brevísimo repaso de la historia de la docencia no alcanza a atrapar los detalles de las grandes batallas que han tenido que librar los docentes y profesores, pero la principal hazaña ha sido la forma como han logrado conquistar los corazones y las mentes de los estudiantes en el mundo; los maestros han sido definitivos en la formación de su personalidad, en su crecimiento académico, personal y profesional.
Gracias Maestros y Maestras porque todos los días saludan a cada uno de sus estudiantes por su nombre, porque llaman a lista con la dedicación, pasión y responsabilidad de formar mejores ciudadanos, mejores personas y mejores seres humanos.
Gracias por elegir una profesión que ha tenido que reinventarse con las tecnologías, con las nuevas tendencias pedagógicas y teorías del aprendizaje; gracias porque levantan la mano y dicen presente cuando son los primeros en estar en el salón de clase. Su experiencia enorgullece su labor diaria.
¡En Norma, estamos orgullosos de los maestros y maestros de nuestro país!