Revista El Educador Julio 2020

4 el educador ENSEÑAR EN ÉPOCA DE LA COVID-19 Por Daniel Cassany Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) Con frecuencia, hemos escuchado en los últimos meses la expresión “Ha venido para quedarse”, en referencia al SARS-CoV-2, la enfermedad que provoca este virus o las normas cotidianas de distancia que se han impuesto para combatirlo. ¡Esperemos que no sea cierto! También, se usa esta expresión para hablar de la digitalización, el teletrabajo, la compra por internet o la videolla- mada, actividades que se han incrementado por el confinamiento. En este sentido, me propongo identificar algunas preguntas básicas sobre la te- leeducación, práctica que se ha extendido en este contexto, pensando en los directivos, docentes y educadores que tendrán que tomar decisiones complejas muy pronto —si no ya ahora—. Sin duda, esta pandemia ha agravado la brecha entre alumnos acomodados y vulnerables, entre centros equipados o preparados y otros con alum- nos en situación económica precaria, migrantes o refugiados, con altos índices de absentismo y otras incidencias en lo que —aquí en Barcelo- na— se denomina de “alta complejidad”. Quizá el virus no distinga entre clase social, raza, género o lengua, pero está claro que las consecuencias so- ciales, laborales y económicas de la enfermedad afectan mucho más a los vulnerables. Esperemos que esta pandemia no agrave todavía más las desigualdades sociales y que todos (autoridades, empresas, comunidades y educadores) contribu- yamos para garantizar una educación más equita- tiva y justa, con conciencia democrática y huma- nismo crítico, con más dotación informática para las aulas y el alumnado, con más formación sobre educación en línea, y con mayor promoción de materiales y recursos digitales. Recordemos que la educación es la puerta a un futuro mejor. Dicho esto, en marzo de 2019, de la noche a la mañana, sin aviso, millones de alumnos y docen- tes tuvimos que encerrarnos en casa y empezar a enseñar y a aprender por internet, con nuestro portátil y nuestro acceso a la red, desde el salón o el despacho, en pijama —o con ropa formal de la cintura para arriba, si había videoconferencia—. Y hemos tenido que espabilarnos como hemos podido. Otras frases que he escuchado a menu- do estas semanas son: “He aprendido cómo dar clases en la red” o “No sabía que hubiera tantos recursos” y “¡Qué bien funcionan!”. Y es así como la expresión “Ha venido para quedarse” adquiere un valor positivo.

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