Revista El Educador Julio 2020

16 el educador paradójico”, apunta María Consuelo Rodríguez, “la coyuntura permitió acer- carnos más a los estudiantes. Nos hablaban de distanciamiento social, pero para mí no hubo. Era más un distanciamiento físico. Pienso que el acer- camiento entre papá, hijo y escuela es algo que no debe perderse. Es el momento de reforzarlo, revitalizarlo y aprovecharlo”. Hacia la misma dirección, desde una perspectiva institucional, apunta Ós- car Altamirano: “Considero que a las escuelas les corresponde, más allá de reinventarse, atender a las poblaciones que tienen a cargo dentro de su responsabilidad social”. Un liderazgo, reflexiona el hermano Leandro Va- llejo, director pedagógico del Distrito Lasallista Norandino, “que recuerde el papel fundamental de la relación maestro-estudiante, una relación que permite el crecimiento mutuo”. La reingeniería en las formas y en los es- quemas de enseñanza y de evaluación, prosigue, “debe tener una visión muy clara con respecto a generar aprendizajes nuevos como organización y como estructura educativa”. Y concluye: “Hay que llenarse de esperanza con la posibilidad de construir a partir de las dinámicas educativas. Cons- truir justicia a partir de la solidaridad y de la realidad humanas”. ¿Cómo cambiará la educación? No es sencillo pensar a futuro, pero se identifican puntos comunes que a la larga podrían nutrir enfoques y métodos distintos. “Esta situación”, dice Hernán Gómez, “ha demostrado que las herramientas tecnológicas cum- plen un papel determinante en los procesos pedagógicos. La educación del futuro debe estar apoyada en el uso de la tecnología como herramienta para el aprendizaje”. María Consuelo Rodríguez se muestra más moderada: “Es el momento de romper con muchas cosas sin ser ajenos a la educación tradicional, que tiene aspectos que no pueden perderse. No sería sano dejar de lado lo que se ha hecho a través de la historia”. Eso sí, considera que es vital rediseñar el currículo, “pensar en si lo que hemos enseñado es lo que debe enseñarse”. De ahí su interés por el Diseño Universal del Aprendizaje: “Transmitir oportunidades, romper barreras, implementar nuevas formas de enseñanza”. Y aquí surge la palabra alternancia , que puede interpre- tarse desde una perspectiva física: “Hay que alternar entre lo presencial y lo virtual” (Gonzalo Quiroz); o curricular, como matiza Óscar Altamirano: “No solo ir o no ir unos días; me refiero a ir agregando componentes que ya no solamente permitan trabajar desde áreas o asignaturas, sino desde estadios más lúdicos y orientados a los proyectos, donde las competen- cias duras puedan desarrollar el pensamiento crítico —oralidad, lectoescri- tura— y el pensamiento matemático”. Estos dos pensamientos, concluye Altamirano, deberían generar un anclaje que les permita a los estudiantes desarrollar aprendizajes nuevos a partir de la tecnología. Uno de los aspectos que más inquieta a los convocados es el de la eva- luación. Gonzalo Quiroz asegura: “Nos hemos dado cuenta de que los do- “Es importante poner énfasis en que el uso de la tecnología nos permitirá obtener otros canales para hacernos entender, para in- teractuar, inclusive para repensar la forma como evaluamos y qué evaluamos”.

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