El mejor homenaje que la sociedad puede rendir a los maestros es reconocer su indiscutible protagonismo en la evolución de la humanidad. En cada persona adulta, existe al menos un recuerdo permanente de esa maestra que le enseñó a leer, que la condujo por los primeros caminos del saber y quien fue su mejor ejemplo en el salón de clase. Y si recaba más en sus pensamientos, podrá recordar al profesor de matemáticas, sociales o literatura que estuvo más cerca y despertó su pasión por aprender. Bien sea desde el preescolar, pasando por la primaria y secundaria, o en la universidad, la presencia del maestro es una constante en la vida del estudiante.