Revista El Educador Julio 2020

dora con una presentación incorporada (power- point, prezi, presenta). Esta aplicación graba, al mismo tiempo, la pantalla de la computadora en la que se proyecta la presentación y el bus- to del orador que la verbaliza o comenta. Luego, el estudiante puede visualizar las dos capturas simultáneamente, pararlas, revisarlas, etc., saltar de una a otra a voluntad. Así, mis alumnos veían el vídeo cuando les convenía, de día, de noche o durante el fin de semana, todas las veces que quisieran. A lo largo de todo el curso, solo mantu- ve algunas videotutorías con alumnos individua- les para resolver cuestiones puntuales. Por otro lado, una sesión síncrona con decenas de conectados (con ese pantallazo famoso de cua- dro con cada busto parlante del alumno) no está exenta de peligros. Todos hemos perdido tiempo en reuniones síncronas, sin instrucciones, con rui- dos que se colaban de algún micro, personas que entraban y salían constantemente, y pantallas y voces que se congelaban o quebraban. Una buena sesión síncrona requiere formación previa, planificación cuidadosa y mucha obedien- cia de todos sus participantes. Hay que darles instrucciones concretas a todos, definir bien cada rol (ponente, moderador, audiencia) y otorgar los privilegios correspondientes (poder silenciar los micros del resto, repartir turnos de habla, aten- der al chat, etc.). Entonces, si no hay problemas técnicos, la interacción avanza con agilidad y uno acaba teniendo una sensación cercana al cara a cara, pese a los rostros deformados por la panta- lla o las voces metalizadas. Esta sí es una práctica digital para aprender. Pero no resulta tan sencillo. 9 el educador

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