En un artículo anterior, nos referíamos a la importancia de aprender a aprender para el éxito personal y profesional de nuestros hijos. Ahora, detengámonos a pensar un poco en la necesidad de desarrollar y fortalecer la autonomía; sí, ese regalo maravilloso de hacer las cosas por sí mismos, de aprender cada día algo nuevo y de profundizar con esfuerzo en aspectos tan valiosos como las ciencias, la vida social, el cuidado del cuerpo, del espíritu y las artes, por solo mencionar algunos campos de todos los que se puede aprender siempre.
Habíamos indicado que el cerebro aprende cuando hay emoción; y aquí, apoyemos esta indicación para aplicarlo en el aprendizaje autónomo: como lo es en el caso de la lectura. Ayudemos a nuestros hijos no solo a crear ese “hábito”, sino algo más, ese placer de leer, ese gusto por descubrir nuevos mundos, por sumergirse y profundizar en un tema que sea de su interés y hacerlo hasta quedar con las ganas de seguir leyendo.
Aquí una primera reflexión: Recordemos que nosotros educamos con el ejemplo y somos fuente de inspiración; entonces preguntémonos: ¿Cuándo fue la última vez que nuestros hijos nos vieron concentrados y felices leyendo un libro? O ¿Cómo son esos momentos cuando sentados o acostados compartimos juntos la lectura de un libro en familia? Al fomentar la lectura, no solo estamos cultivando un hábito, sino también infundiendo un placer genuino por descubrir y aprender de manera autónoma.
La lectura, además de permitirnos aprender y conocer más del mundo y nosotros mismos, nos posibilita interiorizar y desarrollar la atención, tan fundamental para el aprendizaje. Estar atentos, disponer del tiempo para leer y también escribir, hace que nuestro cerebro encienda la pasión por el aprendizaje; allí, en ese espacio se va consolidando la construcción de conocimiento y refuerza las experiencias de las actividades del colegio. Un buen regalo siempre será un libro, así que elijamos de acuerdo con la edad de nuestros hijos el que consideremos pueda atrapar su atención. Esta pasión por la lectura no solo nutre el conocimiento, sino que también contribuye a la construcción de la autonomía, al desarrollar la atención y la capacidad de aprender de manera independiente.
Desarrollar la autonomía pasa por cultivar horarios, tareas y cumplir metas. Y aquí nuestra segunda reflexión: ¿con qué frecuencia asignamos alguna labor en casa a nuestros hijos, determinando un tiempo y un resultado? Son tareas sencillas como el arreglo del cuarto, las salidas al juego con los amigos o el cumplimiento de algún servicio. Y no se trata entonces de premiar con algo porque allí desvirtuamos la autonomía, se trata de felicitar o reconocer lo bien que se ha hecho y formularlo como un modo de vida. Así más adelante permitámosles que se encarguen de algunos oficios de la casa, del cuidado las mascotas y de aquellas tareas especiales que pedimos en cualquier momento. Imaginemos que al terminar sus estudios o antes puedan viajar a otra ciudad para emprender un nuevo estudio o trabajo, nuestros hijos estén listos para vivir con personalidad y felicidad por cada uno de los aprendizajes que en casa tuvieron para ser las mejores personas.
Por último, la palabra autonomía la define el diccionario de la Real Academia Española como esa “potestad para decidir la propia organización y ejercer funciones”. De aquí, notemos esa acción tan relevante en la vida del ser humano: decidir. En últimas, apoyar el desarrollo de la autonomía en nuestros hijos será acompañarlos en sus decisiones, en que conozcan las causas y consecuencias que tendrán sus acciones, sus palabras, sus elecciones. Recapitulemos: la lectura, los horarios, las tareas, las metas y las decisiones, les darán alas a nuestros hijos para hacerlos responsables de sus decisiones, los llevará a entender su participación en el mundo, la lógica del conocimiento y conquistar sus propósitos de vida con autonomía.