Un docente en cualquier lugar del mundo ha finalizado la jornada laboral del día, son las 5 de la tarde y el regreso del colegio a casa está cargado de pensamientos y emociones. La cabeza pareciera que va a estallar con la imagen de más de un centenar de estudiantes que interactuaron con él; en su memoria queda la satisfacción del deber cumplido. Recuerda el acompañamiento a su clase indicada desde la rectoría y también los compromisos con la coordinación académica. Ha sido un día, como todos, exigente en la entrega y la pasión por educar, por animar el aprendizaje y dejar huella en cada uno de sus alumnos, como todo un maestro en evolución.
Esos hechos le despiertan unas emociones de alegría, compromiso y orgullo; pero también, en algunos casos, de agotamiento profesional, o lo que ahora se conoce como burnout, un fenómeno que se presenta por la alta demanda de trabajo, en especial en el sector educativo. La agenda de actividades y la relación de tareas para lo que queda de la semana le causan estrés, pues la gran misión de educar puede presentar un entorno desafiante, es por esto que la gestión de las emociones cobra un peso fundamental para quien hoy deciden enseñar y replicar su conocimiento.
La descripción anterior podrá variar de acuerdo con las situaciones comunes de un docente en un día escolar; pero queremos que se tome un momento y haga una lista de sus emociones más frecuentes en su práctica docente. Observe la lista de emociones que aparece en los recuadros y por favor señale con las que más se identifica:
Amor | Miedo | Confianza |
Alegría | Tristeza | Interés |
Generosidad | Ira | Cariño |
Gozo | Ansiedad | Dignidad |
Afecto | Frustración | Contento |
Júbilo | Enojo | Éxtasis |
Compasión | Depresión | Ilusión |
Esperanza | Vergüenza | Solidaridad |
Libertad | Indignación | Plenitud |
Logro | Desesperación | Valentía |
Justicia | Soledad | Sorpresa |
Agradecimiento | Optimismo | Apego |
Aceptación | Satisfacción | Armonía |
Bondad | Seguridad | Honestidad |
Admiración | Respeto | Humildad |
Benevolencia | Paz | Motivación |
Empatía | Placer | Felicidad |
Integridad | Compromiso | Fortaleza |
Empezar por tomar conciencia de cuáles son las emociones y cuál será el impacto en su salud, en su desempeño y en la orientación a sus propósitos de vida puede ser un camino responsable para aprender a gestionar sus emociones. Ha de tener en cuenta que estas emociones no son negativas o positivas, son estados que sobrevienen después de los pensamientos y tratarlas con inteligencia emocional marcará la diferencia.
Algunas sugerencias básicas que convertidas en hábitos serán de gran ayuda:
- Agradecer por todo, todos los días. Las experiencias, los retos, los compromisos generan muchas emociones que puestas en perspectiva de gratitud incrementan el bienestar. Son tantas cosas por agradecer, que una lista detallada podría tomar mucho tiempo y cuántas más razones encuentre para hacerlo, mejores serán los resultados.
- Respirar conscientemente. Algo tan automático, permanente e involuntario como respirar, al hacerlo consciente en los momentos en que las emociones quieren tomar el dominio, reducirá el estrés y cambiará la conducta dominante. Una respiración profunda donde se sientan cada uno de los órganos que intervienen llenará de aliento y vida todo el cuerpo, especialmente oxigenará el cerebro y liberará la energía retenida.
- Priorizar el autocuidado. Es bien usado el ejemplo de la instrucción dada por los auxiliares en los aviones: “en caso de emergencia, los pasajeros deben ponerse primero su propia mascarilla de aire antes de ayudar a otros”. Así mismo en las situaciones emocionales: la primera persona en educarse, formarse y amarse será el docente. Por tal razón, elegir momentos de aprendizaje, de descanso, de dedicar tiempo a aquellas actividades que mejor le hacen sentir deberán ser su prioridad.
- ¡Auxilio! Cuando las situaciones llegan al límite y se han hecho los primeros tres pasos sin resultado alguno, acudir a los expertos, a los médicos, a los especialistas es un camino coherente y responsable con la salud y la vida. No hay por qué temer acudir a la sicología, a las terapias, a los grupos de apoyo cuando se quiere crecer y sanar.
Los éxitos y frustraciones del día a día en el mundo escolar pareciera que podrían tomarse a la ligera. Una mirada sencilla y rápida a esa lista de emociones, los pensamientos y acciones que las causan ayudarán en el primer paso de inteligencia emocional. Dar gracias, respirar, priorizar el autocuidado y pedir ayuda son algunas herramientas básicas y eficaces que no cuestan mucho y sí generar valor a la vida personal y profesional de los docentes.
Los niños, niñas y jóvenes aprenden por medio de la imitación y los maestros son esos modelos a seguir. Por lo tanto, demostrar la habilidad de gestionar las emociones de manera saludable es fundamental para influir positivamente en su desarrollo, es aquí donde evidenciamos que el rol docente es imprescindible para nuestra sociedad y encontrar espacios seguros para desarrollarlo esta gran profesión deber ser un tema que nos compete a todos.