Revista 20

5 la misma estructura narrativa que los relatos men- cionados y al interior de un espacio sumamente protegido y exento de angustia, logra, entre risas, la hazaña de aproximar a los pequeños lectores a la amenaza de la muerte. Ahora bien, por más estupendos que sean los libros, por más seguridad que brinden, solo pue- den introducir a los niños al lenguaje si todos nos comprometemos con la tarea y les leemos y los escuchamos y conversamos y jugamos con ellos. Entrar al lenguaje es confiar en la palabra del otro y reconocerse miembro de una comunidad. En esa tarea nadie debe quedar afuera. Es el contexto de afecto, de distensión, de juego a la hora de la lectu- ra, el que permite que los libros incidan en la vida de los niños. Lo que debemos instaurar en los niños es la confianza en las palabras porque, sin importar en qué otras cosas creamos o no, una sola palabra de solidaridad, de amor, de valentía, puede bastar para sanarnos. amenazarse? En toda su aparente inocencia com- probamos que este relato puede adentrarnos en te- mas sumamente complejos. El formato es sencillí- simo pero su sencillez es engañosa. Tuvimos —dice Astrid Lindgren hablando de su infancia— dos cosas que hicieron de nuestra niñez lo que afortunadamente fue: sensación de seguridad y libertad. Nos sentíamos seguros junto a unos padres que tanto se querían y que siempre tenían tiempo para nosotros cuando los necesitábamos, pero por lo demás nos dejaban jugar y retozar libremente 1 . Eso es exactamente lo que hacen los buenos libros para niños: se comportan como padres que proporcionan un espacio confiable para los lectores y les permiten abrir su imaginación y su pensamien- to con la total libertad de saberse protegidos. En Uno y 7, Gianni Rodari nos narra la historia de un niño que es uno y siete a la vez: es Paolo en Roma, Jean en París, Kurt en Berlín, Yuri en Moscú, Jimmy en Nueva York, Chu en China y Pablo en Bue- nos Aires. Los padres ejercen diferentes oficios y sus lenguas son distintas como lo es el color de sus pieles. Pero, nos dice el autor, todos son siempre un único niño y cuando crezcan no podrán hacerse la guerra porque son una misma persona. En Su pro- pio color, Leo Lionni comienza diciendo que todos los animales tienen su propio color: verde para el loro, rojo para los peces, gris para los elefantes… todos, excepto el camaleón que cambia constantemente. Medio cabizbajo, el camaleón encuentra finalmente a otro camaleón “más viejo y más sabio” y le pre- gunta si ellos no tendrán nunca un color propio. Me temo que no, contesta el viejo, pero le propone mantenerse juntos. Así, por más que cambien, am- bos serán siempre semejantes. Ambos libros son espléndidos: ambos parten de la misma modestísima estructura, pero a partir de ella propician un vasto horizonte de conversa- ciones, juegos y preguntas. Hay, por supuesto, más ejemplos: Choco encuentra una mamá; Es hora de dormir, Papá; el maravilloso No te rías, Pepe 2 . Este último resulta especialmente interesante porque introduce una ficción dentro de otra y manteniendo 1 Tomado de: http://anatarambana.blogspot.com/2017/ 12/lo-que-astrid-lindgren-leyo-de-nina-y.html 2 En orden de mención: Keiko Kasza, Coralie Saudo y Kris di Giacomo, Jeanne Willis y Tony Ross, Keiko Kasza. El trabajo del autor es utilizar a su favor las restricciones que la síntesis le impone para asegurar la posibilidad de una expansión interesante y enriquecedora que apunte en distintas direcciones.

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