Revista 20
3 de asuntos y motivos que, tal vez, sea el rasgo más importante de la LIJ contemporánea. Una conquista que empezaba a advertirse a fines del siglo XX y que ha cristalizado de modo más abarcador y rotundo en los primeros lustros del XXI. El espectro temático que aparece en las coleccio- nes de Norma es difícil de resumir. El universo fami- liar es un espacio muy explorado a través de motivos como la relaciones entre padres e hijos, que pueden retratar ámbitos armoniosos ( Mi mamá es mágica , de Carl Norac; Siete de la noche , de Olga Cuéllar) o situa- ciones de notoria crudeza y complejidad psicológica ( Los pargos azules , de Elena Corujo; Los frágiles , de Cécile Roumiguière). Los altos índices de divorcio han contribuido a que ese tema sea recurrente, con dis- tintos niveles de complejidad, en libros para los más chicos ( El divorcio de mamá y papá Oso , de Cornelia Maude Spelman) y en novelas para adolescentes ( El jamón del sándwich , de Graciela Bialet). La gran va- riedad de asuntos del ámbito doméstico incluye el nacimiento de un nuevo hijo ( No más besos , de Emma Chichester Clark), la adopción ( El zorrito abandonado , de Irina Korschunow) y las peleas entre hermanos ( Esa mañana , de Toño Malpica), y también la muerte de familiares ( La abuelita de arriba y la abuelita de aba- jo , de Tomie dePaola) o la violencia física y sicológica ( La chica pájaro , de Paula Bombara). Enfermedades como el sida ( Los ojos del perro siberiano , de Antonio Santa Ana) y el alzheimer ( En la laguna más profunda , de Óscar Collazos) y su repercusión en las familias concitan también la atención de los creadores. La escuela como espacio generador de vínculos afectivos y de conflictos entre estudiantes y educa- dores aparece en Amigo se escribe con H , de María Fernanda Heredia, y Cuchilla , de Evelio Rosero. Nove- las como Los años terribles , de Yolanda Reyes, o Bon- sái , de Christine Nöstlinger, revisan la adolescencia como etapa de descubrimientos, contradicciones y búsqueda de identidad. El amor, con un amplio regis- tro de tonalidades, aparece en títulos como Me dicen Sara Tomate , de Jean Ure, y Clase de inglés , de Lygia Bojunga. La diversidad humana, el respeto a la indivi- dualidad y la aceptación de las personas con necesi- dades especiales se reflejan en obras como Por culpa de una S , de Cristina Rebull; Koi , de Ezequiel Dellutri, y El sol entre los dedos , de Gabriele Clima. Es notorio el abordaje de un gran espectro de te- mas sociales que incluye, entre otros muchos, el día a día de la niñez de los sectores más desposeídos, las guerras y sus efectos en la población civil, los desapa- recidos por la represión, el secuestro, el racismo, las drogas y los efectos de los medios masivos. Cabe hablar a partir de este recuento no ex- haustivo, de una admirable heterogeneidad de temas, tratamientos, géneros, personajes y escenarios. De una LIJ sumamente plural que va y viene del realismo a la fantasía, del thriller a la aventura, de la indaga- ción psicológica a la sátira y el humor, de lo contem- poráneo a lo histórico, y que a menudo apuesta por el riesgo y la polémica. De una literatura que ofrece a los lectores un reflejo de muchos de sus problemas y respuestas a algunas de sus inquietudes. En el arca a las ocho , de Ulrich Hub, cuento infantil protagonizado por pingüinos, plantea con desenfado la interrogante sobre la naturaleza de Dios; en La princesa que es- cogía , Ana María Machado da una vuelta de tuerca a las antiguas historias en un momento de auge de las reivindicaciones femeninas, y Sangre de goleador , de Pedro Badrán, revela aristas poco conocidas del mundo del fútbol. Diversidad de opciones para lecto- res diversos, pareciera ser una premisa clave cuando se habla hoy de libros para niños y jóvenes. Antonio Orlando Rodríguez y Sergio Andricaín Escritores, investigadores y críticos literarios cuba- no-americanos, especializados en literatura infan- til y juvenil. Creadores y directores de la Fundación Cuatrogatos con sede en Estados Unidos. Solo al mirar atrás y recordar lo que se publicaba hace algo más de tres décadas puede calibrarse con justicia el cambio que se ha materializado en los libros para niños y jóvenes.
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