Revista 20

17 Existen dos grandes tipos de ficción policial. En la “clásica”, el detective es eminentemente ra- cionalista y no se mezcla con la peligrosidad de los acontecimientos. En cambio, en la “novela negra” no hay distinción entre el investigador y los agentes in- volucrados en el crimen. A partir de estos dos tipos podemos pensar en formas mixtas entre la clásica y la negra; o entre el policial y otras poéticas na- rrativas como el cómic o el cine. Recordemos como ejemplos paradigmáticos Las aventuras de Tintín , de Hergé o la saga de Harry Potter de J.K. Rowling. En ese sentido son vigentes las aportaciones de Mar- shal McLuhan, quien relaciona lógica narrativa del género policial con la cultura de masas y los pro- ductos industriales de mercado. Distinguimos dos grandes líneas dentro de la literatura para niños. Una, es la literatura de apro- piación, es decir, aquella que no ha sido escrita pen- sando en los niños, y que estos la hacen suya de to- dos modos. Es el caso de la recepción de las novelas del detective Sherlock Holmes escritas por Arthur Conan Doyle. Y la literatura de interiorización, es de- cir, aquella destinada especialmente a los niños. Los creadores se colocan en el lugar del lector modelo niño y con absoluta libertad y sin condicionamientos, escriben para ellos. Son prestigiosos escritores que quieren al niño como su lector. El dramaturgo Bertolt Brecht señala en su ar- tículo “De la popularidad de la novela policíaca” que más allá de las diferencias internas el objetivo co- mún es que se exige del lector “un pensar lógico”. Si bien en muchos casos de la novela de detectives para niños esto se cumple, en la mayoría este rasgo se combina con lo maravilloso, lo fantástico, el humor e incluso el disparate, el salto al absurdo, todos aspec- tos fascinantes pero que arrasan con la verosimilitud racionalista. Quizás este sea el aspecto más caracte- rístico. Un policial mixto que amplía y enriquece las novelas dotándolas de otro tono, sin abandonar las bondades del prototipo del género. Además, como en la novela negra, las obras para niños se centran en la caracterización de los personajes protagonistas ya que, de la mano de ellos y en empatía con ellos, el lector va atravesando y resolviendo los enigmas. Los autores saben que la clave está en el jue- go de la investigación, especular sobre lo que todavía no se sabe pero se sospecha; una suerte de ejercicio lúdico similar al de las adivinanzas. Quizás la curio- sidad del niño por estas novelas (muy leídas en sus respectivos países) radique en el misterio y en la in- vestigación. Esto les quita valor trágico y las empa- renta más con el suspenso, el ingenio y la complici- dad en el desciframiento de los indicios. Norma Huidobro sostiene: “En el desarrollo de una novela policial le doy mucha importancia a los indicios, los trabajo hasta las últimas consecuen- cias. Ya sabemos que la lectura de indicios sirve cuando conocemos el final. Los indicios se hacen evidentes en la segunda lectura. Esa es la trampa. Ese es el juego del relato policial”. Tanto autor como receptor, en el momento de la lectura, van cons- truyendo la historia a la vez. Ambos, adulto y niño, participan de una construcción compartida, son cómplices activos de ese momento sagrado y único. Mientras el escritor descubre su escritura, el niño descubre su lectura, ya que leer es también recoger indicios y construir sentidos.

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