Revista 20
9 herramienta para poner remedio a la autoridad dés- pota de los poderosos. En sus páginas nos encontra- mos cómo la vida alegre de los niños de un edificio de pisos se ve amenazada por la mano férrea del nuevo presidente de la comunidad, que va a prohibir tener animales domésticos e incluso jugar. El presidente no tenía animales. Ni hijos. Ni amigos. Sólo tenía cara de pocos amigos. De poquísimos amigos. O sea, de ninguno. Legítimamente elegido —a pesar de que mucha gente no fue a la reunión ni lo votó como presidente, de lo que enseguida se arrepentirían— no quedaba más remedio que obedecer sus órdenes. Y es ahí donde aparece lo maravilloso para poner solución a este problema real. Y así encontramos, en esos lími- tes de lo real y lo irreal, a un montón de unicornios que acudieron a la ayuda de los jóvenes protagonistas de la historia. No se sabe cómo les vino la idea. Si la encontraron en una película, en un libro o en un tebeo. Lo cierto es que se extendió rápidamente: ¡Una plaga! ¡¡Una plaga enorme!! ¡¡¡Una plaga de unicornios!!! Cualquiera de estos libros y tantos otros que nos ofrecen un mundo de fantasía entre sus páginas, es- tán construidos a base de rebasar las posibilidades de la razón, desafiando y rompiendo los límites que esta establece. La fantasía impone la presencia de lo imposible dentro del mundo real y los lectores po- dremos disfrutarlo si conseguimos entenderlo como algo tan natural como la vida misma. Escuchemos a los niños, ellos saben cómo hacerlo y pueden ser, también en esto, nuestros mejores maestros. Borges, García Márquez o Cortázar habría que añadir a tantos otros autores que han destinado a la infan- cia buena parte de su obra, como Carroll, Colasanti o Machado. En sus páginas podemos encontrar cómo se transitan esos extremos que delimitan la realidad, jugando con los límites que separan lo posible y lo imposible. Y cuando los escenarios, los personajes o los argumentos se sitúan en esos límites, es enton- ces cuando comenzamos a hablar de lo maravilloso. ¿No es maravilloso que Julio Verne, adelantán- dose a su tiempo imaginara una ciencia que podría llevarnos a la luna, al centro de la Tierra o alrededor del mundo, todas situaciones imposibles para sus contemporáneos? ¿No fue esa capacidad de imagina- ción la manera —como diría Bettelheim refiriéndose a los cuentos maravillosos y su función en la mente de los más pequeños— de enfrentar los problemas y las carencias y buscarles posibles soluciones? De aquellas tres hazañas de la ciencia ficción juvenil de Verne, dos se hicieron realidad pocos años después de su publicación, solucionando así dos de los sueños de la humanidad, el transporte alrededor del mundo y la conquista del espacio exterior. Siguiendo los cánones de los cuentos de hadas tradicionales, Marina Colasanti nos regaló Lejos como mi querer , una colección de relatos con la que ganó el Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundalectura en 1996. En ellos trata temas tan universales como el amor, el odio, la iden- tidad y los sentimientos. Y con la mayor naturalidad, cuenta historias como la del hombre que no tenía ni nombre ni rostro y la mujer que se lo consiguió. Los temas imposibles —en ese binomio que identifica lo real con lo posible enfrentándolo con lo irreal e imposible— en la literatura infantil también ayudan al niño a desarrollar su pensamiento crítico. El libro de Ana María Machado, Un montón de unicor- nios , es un claro ejemplo del uso de la fantasía como La fantasía es un mundo extraordinariamente rico y estúpidamente marginado (Gianni Rodari) Escuchemos a los niños, ellos saben cómo hacerlo y pueden ser, también en esto, nuestros mejores maestros.
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