BARATARIA 18

8 Cécile Roumiguière por Fanuel Hanán Díaz F.H.D.: Recientemente se tradujo al español su libro Los frágiles: es una obra de contenido po- tente que aborda preguntas complejas en el proceso de crecimiento de un adolescente. ¿Puede decirnos cómo nació la novela y el impacto que tuvo? C.R.: La idea de Les Fragiles (Los Frágiles) llegó luego de un encuentro que tuve dictando una clase. Estaba hablándo de otro libro, Pablo de la Courneuve, a un grupo de niños de 9 años. El Pablo de esa historia es un niño colombiano cuya familia se instaló en Francia, la novela habla de su llegada, de sus problemas para adaptarse a su nueva vida. Estaba diciendo que me parecía estúpido el racismo y ahí, un niño se puso todo colorado y me interrumpió: “¡Pero señora, como así, mi papá es racista!” Escuché las palabras de este niño, me llegaron como un demoledor puñetazo a mis grandes certezas. Más allá de nuestros pensamientos, de nuestras conviccio- nes, hay niños que viven el racismo todos los días, que se encuentran atrapados entre el colegio dónde se les enseña a convivir sin hacer distinciones por raza, color ni nada y la casa en donde el padre, los padres, les enseñan todo lo contrario. ¿Así cómo van a crecer? ¿Cómo serán cuando adultos? Sin tener la respuesta, supe inmediatamente que iba a escribir una historia con esta problemática. El niño tomó los rasgos de Drew, un “frágil” que busca deses- peradamente a su alrededor un “tutor” (como la estaca que sostiene el arbolito en crecimiento) que le permita crecer, un apoyo para lograr ir más allá de sus dificulta- des más íntimas. F.H.D.: Por qué y cómo abordar temas difíciles en la literatura escrita para jóvenes? C.R.: Sin querer dar una lección ni una explicación del mundo, yo siempre encontré ecos a mis vivencias y a mis preguntas personales en los libros, en las pelícu- las. Amo las novelas que resuenan y agrandan también mis campos de inquietudes. Del mismo modo, cuando escribo historias, éstas responden a interrogantes que me hago, y que pienso se hacen los niños, los adoles- centes. Estas edades donde uno se construye son, sin duda alguna, los momentos de la vida en los que uno se hace más preguntas. Podemos conversar, pero a veces los adultos a nuestro alrededor no tienen las res- puestas, o no tienen ganas de compartir ciertos temas con sus hijos. A veces, el niño o el adolescente prefiere guardarse para sí ciertas preguntas. Y ahí, afortunada- mente, están los libros, las películas, las historias.

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